Estaba ya para acostarme, cuando ha llegado un número incuantificable de jueces. Si parecerá mentira, pero mi casa se ha convertido en una especie de confesionario, alguno diría que de timba, donde han buscado refugio a todas sus debilidades.
Qué conste que yo no me había ofrecido, aunque conocía al peluquero de uno de ellos, no por que me corte mi escaso pelo, sino porque en alguno momento había coincidido bajando un río. Todos ellos, cuando este peluquero les había hablado de la bondad de mojarse, les había encantado la posibilidad que un día les introdujera en las habilidades para enfrentarse al gran río francés que yo, tras las presentaciones pertinentes (¡qué gente, no!) les narré de esta manera:
Miren vamos a llegar a una pequeña playa, donde no sé si cabrán todos, por lo tanto sería bueno que prescindieran de sus egos y confién en el trabajo común, de todos ustedes. Si hasta ahora, han sido guiados y confiados a seres o superiores o benefactores crápulas, ahora, despidanse de todos ellos; ellos se han quedado en sus butacones pensando que allí no va a pasar nada, ¡qué equivocados están!.
Uno me pide que si tengo aceitunas, ¡joder siempre igual!, desde que vinieron los constructores, una tarde que estaba leyendo a kafka, ya no me extraña nada; porque ustedes me dirán que no tiene guasa que esos adinerados señores, necesiten que yo les ponga unas aceitunas. Fueron con hueso, y no sé, porque debían ser grandes estos, de tal manera que todos se atragantaron y no veas las palmadas y lo fuerte que tuve que darlas. Entre ellos, fueron escupiendo los huesos y como habían querido estar en corro, ya sabéis las manias del Guardiola, pues un hueso le dió en el ojo al constructor que a la vez había comprado unas eléctricas, sus cabellos se erizaron pero aprovechó el momento para expeler su hueso y, yo creo, que algún trozo de una podrida carne, hacía mí, yo, que ni la carne y también poco a la luz quiero utilizar, me agache y todo cayó, en un desprevenido, poco "bondadoso" sobrevenido constructor, sin ninguna experiencia pero puesto allí, como el tontito de la familia, que daría la cara, pero no se quedaría los beneficios que les llegaría a los "duros", por supuesto que el pringe de hueso y carne, dejó descolorida su valiosa camisa, tan pardillo era, que no sabía que a nuestras reuniones, decían, ibamos de lo más informales, me refiero al vestuario, otra cosa es cuando aparecemos en las diferentes corridas, allí los billetes tienen que fluir generosamente.
Servidas las aceitunas, con las consiguientes cervezas, no sé porque había sido tan inocente de pensar que estos señores aportarían algo; me dispongo a darle detalles del río, ellos me paran, dicen mira chico, te necesitamos porque nos dijeron que en aquel lugar no llegan los seres a los que tememos, queremos sentir lo que sería gozar de un cierto tipo de libertad: me ponen algun ejemplo: mira dos táhures que se aprovechan de subvenciones al tercer mundo para llevar un ritmo de vida infame; ellos me dicen tu crees que eso no sería para meterles un puro, cercano a lo que merecería un terrorista que mata a gente. Yo, elevo los hombros y no contesto, porque claro otro, en el otro oido me está diciendo que si no me parecería lógico investigar a los gestores, los políticos y todo el mundo que tenga que ver con un gran banco, bochornosamente quebrado. Todos se me precipitan para contarme sus cuitas pero claro, yo, sólo les escucho para que se desahoguen, pero ¡hostias!, estos parecen que no tienen fondo. Parece que en mí, han encontrado la red que les pare cuando vayan a caer en el abismo.
Yo haré lo que pueda, pero a estas horas, me parece mucho pedir. Si, esperarán a mañana...; pero no, les tengo que contar lo del infranqueable; les dijé que siempre, era muy bonito, porque siendo peligroso, el grupo que descendíamos nos dabamos mucho apoyo, con lo cual, siempre teniamos una cierta seguridad ante el peligro por llegar.
Ha sido decir eso, y se han levantado y me han abrazado; uno incluso me ha querido dar un libro de derecho romano, pero a esa horas he rehusado, seguiré buscando respuestas en mi querido Kafka.
Salían alborotados, envalentonados, como queriendo sentir que unidos se podrían enfrentar a las poderosas aguas turbias.
A mí, ya casí caido sobre el picaporte me han preocupado porque vale: salen con fuerza para poner en evidencia a presidentas mentirosas que juegan con la seguridad de un estado, de sentenciar a personas que usan el dinero público para entregarselo a grupúsculos tan embriagadores como dañinos; me dan miedo que incluso se atrevan con algún ser que durante años extendió el virus del odio y que posteriormente ha estado apoyando a todo lo peorcito de las diferentes partes del mundo.
Me han dado miedo todos ellos, porque cuando ya en la cama, he visto como había tejido una cortina con las cuerdas de seguridad que entonces utilizaba, me he dado cuenta que ellos no las tenían ni las sabrían utilizar en los primeros momentos, y que probablemente ante todas estas terribles incertidumbres busquen acomodarse en otros sillones, como sus antecesores, y que a la vez transmitan una quebrada certeza a los que están por venir.
Son las cuatro y mañana, ya ha salido el Sol, en alguna parte
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