Se fue hace años muy lejos, aunque tuvo su glorioso momento de grandeza, que fue aumentado por la insaciable estupidez de los tiempos muertos y maquiavelicamente alimentada por seres de calculadoras hieles que igualaba a réditos; sin embargo, comprendió que debía destruir aquellos cimientos carcomidos, para contemplar en los surcos regados por gotas engendradoras, la creciente vida de los frutos mínimos, ligeramente salados, que tienen los pálpitos de las dudas.
Ahora, con un ligero mohín de amarga sonrisa, ve el ascenso a esa gloria de seres empaliados, amarilleados al vómito por dévotos siervos al oropel próximo que zarpean inmúnes a las consecuencias de su misería. Tarimas, para exhibir su impunidad risueña al ver vencida la ciega justicia, que tapona sus oidos, para ser inducidos por la trompetilla que vierte los hediondos liquidos de la verdad vestida como única.
Triste balanza, glorificada en un insustancial páramo, servida por los rentadores de los inmediato, racionadas sus viandas en sombras donde aves silenciaron las harmonicos voces liberadas, para contemplar la caida de sus ácidos excrementos.
En Laura crece su patria trabajada entre los brincos de su Fusca, malabarista monociclista. Allí Pochi, lucha por ser fiel a si mismo, demasiados hierbajos crecían para tapar horizontes viviendo en un verano alargado, pero siempre temerosos al fuego que destapará sus raices olígenas; ahora la meseta da vida a equilibrados posibles.
Sin encuentro, pero oyéndote hertziano real, pulsado en tu corazón grande, sin la prisa de tiempo medido a la publicidad, sentí tu desplegadas velas a los vientos de vida, para caminar entre nuestros alejamientos que se cruzan a través de océanos de ya, marcados horizontes
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