"Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada" (Edmund Burke)
Le dan un premio a una asociación que se ha preocupado por los problemas de un colectivo que está atrapado por la imposibilidad de pagar una casa que soñaron tener; y un colectivo de políticos españoles se escandalizan y hacen comparaciones para ser recibidas por grupos de ciudadanos que han decidido delegar sus derechos y deberes en seres que medran de la política desde tiempo inmemorial.
Hoy, viernes, o ayer, o el martes, seres humanos, con nombre, hijos, vida, sueños, comparten su tiempo para que una familia, con hijos, con objetivos, pero sobretodo con grandes deudas que les han llegado cuando ese escenario ficticio que es el capitalismo se ha desmoronado, acuden a un encuentro para expulsar, en un primer momento, el veneno que se están tragando y que guardado en su interior les puede destruir.
En esas habitaciones, entre esas mesas hay vida. ¿Qué hay en la voz enojada, menospreciativa de un ser que vive entre muros desde hace años y que ha asistido impávido, receptivo, e incluso "sobre valorado" a toda la hecatombe producida por la lava nociva de las dádivas del poder económico, real para seguir aupándoles al control de la sociedad?. ¿Romperán su plasma irreal y jupilandio, desde donde, incluso desde ahí, expelen el hedor de botafumeiros que colocan el negocio por encima del ser humano, al que desprecian cuando se hacen defensores de vidas, por ellas cautivadas?
Tiene mucho más valor, es mucho más vital una conversación entre seres que empiezan a crecer, desde su empequeñecimiento sobrevenido, con personas que se están haciendo más grandes porque son capaces de ponerse delante, no para predicar o mitinar, sino para aconsejar, estudiar y sobre todo apoyar y decirles que no están solos; eso es la esencia del ser humano.
¡Qué decir de las torres de marfil que solo existen y crecen porque dejamos de confiar en el nosotros, para someternos al egoísta engañado yo, tan ya, esclavo
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