Escucho "litle village" bajo la foto de niños y jóvenes del pueblo de mi niñez, del pueblo donde sueño una paz que se destejé en los vaivenes de las olas que me mecen, exasperan mi ya de por si, poco sabias reacciones.
Van Morrison, si pudiera viajar el próximo jueves a Dublin, uniría el mundo que se revela contra las mentiras cocinadas para ser escuchadas entre las bilis de lo inmediato, con tu voz que despierta mi ansia de abrazo de lo auténtico que encontré en aquella plaza, llena de gente que no se puede permitir un descanso, de aquella otra gente refugiada de los vientos del Oeste, que escuchan entre medias de los ventarrales los imperceptibles susurros de verdades no fácilmente audibles.
Danzaría, allí, sobre el rio Liffey, bajo el estruendo de ese saxo que me guia como la mano imposible de los momentos desválidos. Ese corazón musical bombea los ritmos donde busco romper límites de mi avejentado cuerpo, para soñar piruetas luminosas, saltos por entre los colores de vidas vividas y por vivir, lanzamientos que me acerquen a aquellos de los que me aleje, aunque sea para no negar lo importante que ellos fueron.
Van Morrison, jueves, Dublin, Sweny Chemisty, apoyo a quienes defienden la necesidad de ser veraz en una escuela pública. Van Morrison, Leopoldo Bloom, jugador- encantador de palabras, desbrozador de quienes intoxican con las palabras tétricas por bellas de artificios manejados. James Joyce mago maravilloso, te busco para encontrar las esencias, aquí, que nos venden el vino aguado
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