Debo confesar que cuando oí a esta poderosa hormiga, me tuve que abstraer de la imagen que la sustentaba, pequeñita, con dificultades en su avance. Ahora, sus palabras golpean mis sienes y lanzo mi brazo, abro mi boca para acercar su tacto, para aspirar su aire. Salía de un destartalado lugar, por ahora apartado del ansia especulador, allí un autobus pop sueña nuevos viajes, un creador plasma sueños sobre los lienzos. Se impregna nuestro cuerpo de los colores de la herrumbe, tiñen la piel inesperados brochazos encontrados, para rechazando sus matices, aprender las mezclas de la escucha.
Reencuentro buscado, olvidé decirla que los caminos que parecen definitivos duran lo que un tibio amanecer en las esquinas de este otoño ya deshojado, sin síes de enseñanzas secuestradas, sin síes de palabras pronunciadas desde la muralla de los sonidos propios, queriendo buscar la puerta para abrirla con la llaves que los estereotipados años carcomen para ser sensible a variados vehículos con los que te acercas al otro.
Fonética endemoniada, dueña de hormigueros de virados túneles donde escondes la riqueza adquirida de escritores embebidos en tus trazos; camino atrompado ahíto de los marciales ejércitos de encuentros en libros, teles, radios, revistas. Sigo divertido, a veces extresado, las líneas que a tus refugios me conducen. Te miro, y creo que me admites en el deseo de absorber cada uno de los matices albergados en tus silos. No mueres, porque sabes que quienes nos alimentamos de tus riquezas amasadas, expelemos y esparcimos las semillas a nuevos cuévanos donde sigan floreciendo los juegos con las letras, palabras, ideas en las que hemos caído subyugados los que, primero fríamente, luego algo expectantes, luego torpes, caídos, rebozados, expulsados, despreciados por dentelladas que quisieran hace jirones, tus pequeños ropajes raídos que vas adquiriendo de la convicción que podrás vestir pobre para escuchando, deleitarte con Evas, Bruces, Bobs, leyendo, navegar con los Steienbeck, Auster, Cormack, hablando, deslizarte por los mundos dublineses.
Hoy, otro día, aspiro, para llenarme, aunque torpe; depósitos absorbidos, sabedores de ser fecundados
Reencuentro buscado, olvidé decirla que los caminos que parecen definitivos duran lo que un tibio amanecer en las esquinas de este otoño ya deshojado, sin síes de enseñanzas secuestradas, sin síes de palabras pronunciadas desde la muralla de los sonidos propios, queriendo buscar la puerta para abrirla con la llaves que los estereotipados años carcomen para ser sensible a variados vehículos con los que te acercas al otro.
Fonética endemoniada, dueña de hormigueros de virados túneles donde escondes la riqueza adquirida de escritores embebidos en tus trazos; camino atrompado ahíto de los marciales ejércitos de encuentros en libros, teles, radios, revistas. Sigo divertido, a veces extresado, las líneas que a tus refugios me conducen. Te miro, y creo que me admites en el deseo de absorber cada uno de los matices albergados en tus silos. No mueres, porque sabes que quienes nos alimentamos de tus riquezas amasadas, expelemos y esparcimos las semillas a nuevos cuévanos donde sigan floreciendo los juegos con las letras, palabras, ideas en las que hemos caído subyugados los que, primero fríamente, luego algo expectantes, luego torpes, caídos, rebozados, expulsados, despreciados por dentelladas que quisieran hace jirones, tus pequeños ropajes raídos que vas adquiriendo de la convicción que podrás vestir pobre para escuchando, deleitarte con Evas, Bruces, Bobs, leyendo, navegar con los Steienbeck, Auster, Cormack, hablando, deslizarte por los mundos dublineses.
Hoy, otro día, aspiro, para llenarme, aunque torpe; depósitos absorbidos, sabedores de ser fecundados
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