domingo, diciembre 11, 2011

Duele

Llegaron para profundizar trazos, surcos necesarios dijeron, pequeñas paredes de difícil escape para quien llega exhausto aquella tierra, otrora dadivosa.

 Y duele,  que profundice en el tejido doliente de lo débil, ese tractor torpe, ciego que con su desgarradora hoja, afilada en piedra pómez de la contumaz mentira, que fue travestida del juguetón canto  para que majestuoso hondee sobre las aguas plácidas de un día que no corre.

De ti, sin embargo

Duele que envuelvas campos de muñecos, metáfora de seres pacientes, para tapar-retrasar la realidad de ser cimentadas tribunas de ausentes.
Culpa no escapa, por vivir silentes, sin apoyo de firmes columnas, dejamos que ahogarás los miedos del desafío de mostrar nuestra desnudez y aceptamos aquellos inertes colores tribunos, claudicación vergonzosa, de eternos segundos ya pasados.

Duele soñar poder podar, sin sierra, sin distinguir la savia que un día te brote para saciar juveniles besos que ansían respuestas inquietas, no conformes.

Duele que mires arrobado a bolas, luces, estrellas, que esplendorosas y luminosas nacen conscientes de su limitadas existencias que sólo será cargada en cuanto la parafernalia atrape la ciega utopía.

Duele que ofrecieras panales para ser reinas y cegarás las celdas de las noches certeras en propias certezas

Duele, tanto silencio, cuando queremos la música que sin amansarnos, sin compartir letras reescritas sintamos ritmos nuestros ahora ajenos, pero suenen para respetarnos.

¿No vistes,  no comprendiste aquellos días, que palpitábamos porque entre hojarasca, los pasos buscábamos?

Si un día, ave fenix, dudas en resurgir entre las cenizas, trátanos como un ser enamorado nunca esclavizado. Serás querido, por conocido; mas vivirás atribulado, cabeza abajo, ante las miradas que nunca bajan quienes se ofrecen para ser más, por entregarse.


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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y