martes, septiembre 03, 2019

Consideraciones veraniegas, previas a mi lectura de "los amnésicos", Geraldine Schwarz

Leo la entrevista con Geraldine de este fin de semana en El Pais; su libro es una búsqueda del pasado de sus abuelos y abuelas. Tengo la necesidad de leerlo, aunque antes, el reportaje me ha dado unas claves sobre mis vivencias actuales.
Empieza una noche, en  una terraza y debatiendo con personas que empezarán el día siguiente, pidiéndome datos de lo que estamos hablando en estas horas. En un momento determinado, existe el silencio en otro ser que merodea por allí, se incorporará dos días después, con unos mantras: Venezuela, Chaves, Pablo Iglesia-chale y entonces, sabes que es imposible seguir, porque a cada idea proyectada, adquirida en la famosa diosa televisión, le corresponde una contrarréplica que el primer interlocutor sabía pero que esconde en su  cuarto oscuro, como castigada, como que se vive mejor con lo expulsado por algunas de las voces guías que dominan el espacio audiovisual.

Y se te hace difícil todo, porque al final de la noche comprenderás que el guion lo ponen siempre ellos; que no son capaces de ver todo el daño que están admitiendo a una sociedad. Y te dan ganas de desnudarte y ponerle a su enemigo, el traje de las múltiples corrupciones que han admitido a sus votados. No podrían aguantarlo, creo que por su actitud, ante lo sin nada sucedido, ante trajes de reyes magos, ante magdalenas para los manteros  sin futuro, ahora me lapidarían o seguro, que admitirían que fuera asesinado, sólo por plantearles una hipótesis que nunca ha sido: su enemigo ha destrozado su amado país, bandera de amor, en sus odios.
Sin embargo, ¿dónde esconden la cabeza, como avestruces? ellos, con sus votos, han hecho posible que verdaderos ladrones profesionales, de cuello blanco, imagen impoluta y mirada clara al flamear, hayan estado saqueando los recursos de una sociedad para dárselos a sus apoyos económicos, mediáticos, religiosos, y si, entonces reconocemos a esos amnésicos, esos seres límpidos, inocentes, no interesados en política pero que llevan a sus hijos-as a la concertada porque adoran la libertad de elección de centros, una mentira más en la que viven porque no existe igualdad, porque los recursos estatales recibidos han sido detraídos de una escuela pública, que debiera ser excelente desde la igualdad de oportunidades.
Somos nosotros, ¿por qué no yo? quienes "ande yo caliente y ríase la gente" seguimos sin comprender como la aceptación de ser gobernados por un partido delincuente, que ha cogido su cuchillo en forma de leyes mal dictadas, que tardíamente son modificadas, va produciendo víctimas caídas en los suelos, con lágrimas de impotencia y desesperanzas, que, a veces, mínimamente, se levantan ciegas, tambaleantes para luchar por la supervivencia que les ha negado tanta codicia, tanto odio al pobre y que ante cualquier reacción contundente de estas personas outsiders; ellos, los maquillados por las maquinarias de la irrealidad, se ofrecen como garantes de una sociedad, que han vejado, que han destruido.
Y en tu cabeza, esa noche, esa petición de datos te estalla porque si tanto les interesa lo que les rodea, quizás tienen que empezar a interpretar su propia realidad, y si en el espacio donde viven pueden realizar una vida, que siempre estará limitada por la convivencia de tantas y tantas personas diversas y que por desgracia desde arriba se les enfrenta, no pueden ir haciendo un panegírico de una realidad mediatizada pero no sufrida, en general.
Existió y existe esa sociedad que relata Geraldine, hoy, si no más tarde, me compraré su libro, veré sus indagaciones, muchas veces dolorosas, mas curativas para conocerse, para saber que nuestras indiferencias ante los poderosos que nos reclaman-mediatizan nuestro voto, ya esclavo; nuestras soledades en luchas que nos han inflamado para que sean individuales, y se convierten en postraciones de aceptación de su salvaguarda, son escalones que siempre sube el personaje corrupto de Brecht para obtener su único interés: la codicia con el poder

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