Cine y cena a cargo de Contrapicado Film, con Adela Burgos en el Rincón Lento. Miércoles, 4 de Septiembre 2019
Busca Brenda los momentos previos que vistieron a sus progenitores para una vida que le ha sido incomprensible. Finales de los años setenta y los ochenta que para una juventud no parecía tener horizontes. Su vida era el infinito y sin embargo, vivieron los setenta y los ochenta golpeados por la introducción de la heroina en la sociedad. Madres, padres que ante el amor, ante la vida se engancharon a las apariencias. Allí, se frustaron vidas, familias que vivieron enmudecidas los avatares de su existencia. Callaron y ayudaron para que el decorado de los bellos momentos familiares se mantuvieron a pesar de que la carcoma insaciable de los polvos nocivos se hiciera una bola de derrumbre que actuó rápida y eficaz en la destrucción de los cimientos puestos para una vida compartida.
Se fue el amigo futbolista que emprendió un viaje a la noche infinita, que nos llamaba a todas personas, prometiendo que no acabaría, cada una de ellas. Se fue, ajeno a aquel mundo, cuando las sirenas de una liberación a unos días de mili, fueron más fuertes que las ataduras necesarias para una prudente travesia que no encontraron marineros que las amarrarán.
Brenda, Carmen, seres que recibieron las consecuencias de esos embates mortales; una, como hija, guiada por el cariño de quienes la acogieron para parar las replicas de un terremoto que puede no haber terminado todavia; otra, Carmen, como madre que fue sumergida en un líquido que la dejaba respirar, sólo por momentos, en un hundimiento de años que sólo ella, aún rodeada de amor, sintió al ser privada de la ternura con la que la rodeaba su hijo.
Proyecciones sin trípode, sin guías, con una mano firme en sus propósitos pero que se deshace como un azucarillo, cuando intuye los infiernos en los que circularon aquellos seres que sólo tenían la vida y esta se la confiaron a ilusiones en forma de bolsitas que les liberaban de incertidumbres, miedos, aproximaciones a vacios, intentos comprender a los seres amados que no habían calculado, la profundidad de los abismos en los que entraban.
Brenda Boyer suelta amarras con su cámara para un mediometraje, quizás no sanador pero necesario para sentirse ella, creciendo
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