No quiero viajar a donde no me sienta parte. No necesito fotos de amaneceres, ni de atardeceres, ni tan siquiera de flores únicas
No renuncio a la vida, cómo muchas veces, la mayoría, harían las personas migrantes, añorando vivir donde se sienten arropados.
Si estos viajan, para emprender su viaje a Itaca es por la necesidad de salir de la opresión del hambre, del látigo o de la bota pagada.
Si en su mirada encuentro la desesperación, el horror, la desorientación de estrellas estampadas en sus ojos, mi algodón es visibilizarles.
En la paciencia de una judía que crece, atracada por la inexperiencia de un ansioso sin observancia de tiempos, encuentro su textura.
Flores únicas, en la tierra que mana mis antepasados
Migrantes que ven las raices exprimidas sin futuros
Itacas incendiadas con la sal que retienen los horrores
Si; mi algodón es quitar cada brizna al expoliador
Porque sus bolsas sódicas las disfrazaron de banderas
que tapiaran las vistas de los sueños flameantes, en palos
que golpean, manejados por mentes saturadas en certezas
que no huelen los aromas de las incertidumbres a indagar
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