jueves, agosto 22, 2019

Agua y sol

Ayer, no estaba en la playa, ni tan siquiera en el río próximo, Tajo, que fue cuna de mis primeros viajes en piragua, con Carlos, Luis, Miguel y otros. Y sin embargo, el agua estaba muy presente, porque en el mínimo huerto que puse, se veía como después de tres días, los surcos estaban aún inundados dado que ya Agosto, nos lleva a una pérdida de fuerza por las menores horas de sol. Contemplaba también como las que creía plantas traidoras que me habían negado su fruto, judias verdes, me hablaban con la paciencia de respetar los tiempos y escucharlas, sin quitarles ni la palabra en forma de su fruto, ni la vida, arrancándolas fruto de mi falta de perspectiva.
Cuando vinieron las familias para celebrar las fiestas del pueblo, hubo un parón en la atención, que los pimientos, calabacines, calabazas, judias, y ¡ay! mis patatas no se merecían, cinco días al límite, castigadas por un calor que amenazaba por quemar cada una de sus plantas y sin embargo ha sido volver a saciarlas de agua y ellas, han vuelto a mostrar su generosidad y su enseñanza.

¿Para el año que viene? bueno, como en los bosques pretendo que el trabajo de preparación empiece ya mismo, de esa manera me demostraré a mi mismo si estoy capacitado para haberles dado todo el alimento natural que cada una de las plantas necesitará, el espacio adecuado para poder desarrollarse sin estorbarse, los palos, sus subjecciones de apoyo que cuando crecen se hacen tan necesarias y esenciales, haberlas dado la correcta ubicación.

Decía alguien ayer en una tertulia que el no visitar tierras, quedarte anclado en un pueblo, es un signo de falta de energía, podría ser. Cuando viaje a paises, vacaciones, estudio, hubiera querido ser un Kapucinski, para descubrir las esencias de lo que vivía, de lo que se sentía allí por parte de sus gentes, la Alemania que más o menos en el año 2000, en Berlín seguía siendo las dos Alemanias, tan diferentes, con sus clubes de música electrónica situados en espacios referencia del Berlin del Este. Andaba alucinado, con espacios sin luces, que te hacían creer que partías a mil y una aventura y sin embargo, no entré, no descubrí; ¿para qué quiero descubrir la belleza del Bundertag o de la Puerta de Branderburgo, si en ese ciudad, que visité dos años más tarde, no intuí que los griegos y españoles, con sus deudas, obligadas a parar estaban permitiendo hacer del Berlin un escaparate que ahogaba los cientos de puntos, que aún existen llenos de pálpitos y descubrimiento.

Aquí, entre Sol y Agua, después de cuatro verano, voy encontrando lo que verdaderamente me hace sentirme más ser humano

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y