Cuando salió de aquel laberíntico sueño, encontró a Carla sumida, durante unos segundos, en una profunda reflexión; él había sido aquel muchacho invisible, vecino también de aquel doctor tan humano, (al que algunos se habían obstinado en etiquetar por su procedencia, no por las personas que había salvado), que siempre había seguido en sus juveniles hazañas a aquella osada vecina.
Ahora tenía que tomar una difícil decisión, aquel río esmeralda, se había convertido en un torrente, agraciado por las constantes lluvias de los últimos días, si derribaba el puente como le habían ordenado sus superiores, en los últimos estertores de un poder envilecido, supondría el fin para aquella su hada, que sólo una vez le había sonreído y para aquel doctor que había prolongado la vida de su cantarín abuelo; por el otro lado, si no le derribaba sería un traidor y como tal podría esperar que cualquiera de aquellos lunáticos seres, desenfundará su pistola y pudiera matarle. Aquel acanallado grupo de sátiros esperaba siempre cualquier excusa para destrozar cualquier atisbo de humano raciocinio. Habían convertido la sinrazón en su guía, para alabar a su dios, apresado y justificador de su ansia de dinero.
Carla, casi al mismo tiempo, invisible, había marcado el zurrón de una de aquellas bestias, con el rosáceo pintalabios de aquel ser que todos habían soñado poseer, pero que en un acuerdo impuesto por aquel taimado y maquiavélico asesino que ahora parecía querer encontrar un nuevo camino, llevándose las plantas recogidas clandestinamente que serían la puerta abierta a tiranizar el nuevo mundo, todos habían respetado, a pesar de su orgiástico y amoral trato hacia los seres poseídos. Cuando Macke, se levantó para limpiar su conciencia de aquellos años de oprobio y de bajeza moral, habiendo decidido proteger sus dos ángeles; se desplomó sobre aquellos lodos, como única forma de salvarse de aquella limpiadora balacera que terminó con aquellos seres insanos.
Cuando el silencio infinito, sólo era atravesado por los cantos de los pájaros de inconstantes vuelos. Todos se unieron para atravesar el puente. Él se vio envuelto entre los brazos queridos. Delante, iba un pútrido guía, que consciente del nuevo orden, se ofrecía a desbrozar, él que minutos antes era el fiel siervo del destrozo
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