sábado, octubre 29, 2011

tiempo

esta mirando detrás de una cortina; saldra a escena en unos minutos, contempla por una pequeña rendija al público, cuanta vida vivida, sueños caseros, locales, mundanos; ahora contemplan a unos jóvenes que quieren compartir su tiempo, con una pequeña representación. Me fijo en uno, no sé si lo he conocido de alguna manera en un tiempo anterior. Fue él quien trabajo primero en la tierra y después en los nuevos lugares que le ofrecía la sociedad. El hombre honesto que vivió su realidad desbrozando la tierra, leyendo en los cielos, aspirando los aromas con los que compartió su vida en las labores que realizaban su padre y su madre.

Ahora comprende que aquellos olores, que a veces, parecían tan molestos eran auténticos, nacidos de las entrañas vivas de los animales, de las tierras preñadas, bañadas y mecidas por las aguas, antes tan respetadas; cuando ahora visita estanterias tan limpias como ordenadas, escoge entre las esencias de plásticos elaborados para cubrir por igual la fruta, el pan, la carne, vive ahora entre la impersonal equidistancia

Viviendo en la autenticidad del sudor, de la alzada infinitamente levantada, del riego, a veces escaso, a veces ausente, en los últimos tiempos menos exuberantes, en sus descanso prefirió comprender la vida, a través de los mensajes mil veces repetidos, en tiempos donde el martilleo moldeaba a varias generaciones. Cuando el mediocre se extinguió, no sin haber dejado antes algún clon, con al menos tan malas pulgas como las por él albergadas; este señor, siempre honesto en su personal vida, eligió entre negociantes ofertas, las más amoldadas y acomodaticias que le daban ya respuesta a las antiguas modeladas ofertas.

Y allí está, analizándote desde sus precocinadas certezas, pero siempre expeliendo la honestidad mil veces maduradas en los veranos que nos dieron frutos, en los otoños que vistieron deslumbrantes colores, en los inviernos donde protegiéndose, dieron fuerzas para la eclosionada primavera que siempre sorprendía en sus exhuberantes nacimientos.

Y en el escenario se produce la comunión de dos mundos que podrían decirse alejados pero que viven en la magia de existencias compartidas, desnudas de los odios de los mercaderes que viven de vocear recetas adictivas, opáceas, de violentas convulsiones.

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y