domingo, febrero 17, 2019

Sin tapujos, Educación Pública

La Sanidad y la Educación Pública en Madrid; todos los servicios públicos en esta Comunidad están sufriendo un ataque devastador por parte de las personas que apoyan a un gobierno que permite que sucedan estas cosas. ¿Por qué echarles la culpa a esos gobernantes, si somos nosotros quienes miramos a otro lado, "focos-caverna" para ser beneficiados, como seres utiles que nos sentimos, de las facilidades que nos ofrecen en la privadas, que creemos que siempre nos tendrán en cuenta y por lo cual indirectamente admitimos que compañeros médicos se vean saturados en sus puestos de trabajo por esa ausencia de medios e inversiones que se están llenando para satisfacer nuestras prebendas. ¿Es una disertación populista la mía o la de quienes nos ofrecen paraisos de exclusividad?

Sólo se necesitan datos para no estar enfangando un debate con mentiras tapadas con banderas.

No hay libertad de elección de centros, cuando esta opción sólo la pueden ejercer los que tienen posibilidad de desplazamiento a distancias más largas.
Es una afrenta a esa posible imagen idílica envuelta en costuras que alguien utilice un dinero que es de toda la sociedad, para poder elegir unos privilegios con los que perjudican a otros que también han aportado esos dineros.

¿Quien sería capaz de estar hablando de cielos y estrellas, mientras está perdiendo el suelo por el que tantos y tantos están caminando a merced de especuladores y ofertadores de exclusividad dañina?

Llegan las olas, insaciables, eternas. Nadie las espera, porque todo está amansado, todo en orden, todo parece que será controlado con avisos que nos ponen a salvaguarda de sus violentas roturas. Y sin embargo, ese silencio atronador de aceptación de pequeños terremotos que se repiten casi imperceptibles, siempre periódicos son el preludio, que sin darnos cuenta nos va llegando la ola perfecta, la insaciable, la que nos deja una vez más destrozado,  sin posibilidad de rehacernos, porque cada uno hemos caido noqueados en nuestra burbuja que nos endiosa y a la que nos hacemos adictos. Ya no existen alternativas porque todos nos hemos hecho prisioneros de nuestro afán de supervivencia.

Y siempre, siempre, entre todo lo destrozado, aparecen inermes los reconstructores, los que nunca pierden, porque nunca están, excepto para obtener beneficios; los que saben que en la vida hay perdedores, de los que se pueden olvidar porque no les aportan nada, y seres que les pueden ofrecer beneficios porque ellos, los sentidos como elegidos, tienen el suficiente dinero para ser únicos, aunque no comprendan que sólo lo serán durante el tiempo que los depredadores  les necesiten, para cuadrar sus cuentas, para si es el caso, también ahora prescindir de ellos o convertirlos en esclavos, que estos, perplejos entenderán lo que son porque en un momento determinado les dieron permiso para estudiarlo como algo estúpidamente lejano.

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