Un día cualquiera, en una ciudad que siempre nace; el periodista camina, pesado, pero queriendo comprender. Oye voces, repetidas, cansinas, metálicas, sin pulso que le nombran como uno más del saco donde esos sonidos símbolos tratan de atrapar todo. Ya, ahora todo eso, no le distrae, hace tiempo, quizás siempre comprendió que los dioses, sólo son izados para que despisten de lo se vive en la vida cotidiana
En el corazón mismo de España, de las personas que
la construyen; paseo entre los silencios de la persona que en su trabajo,
atornilla el percutor de una pistola que será vendida a cualquier país que
pague, la mirada baja de la persona que escuchó el sonido de la bala que
habíamos enviado incrustándose en su casa, señal que la vida de su familia debía
suponer su desgarro del monte recorrido sudoroso e inmensamente vivo; por otro
lado, la persona que no se explica cómo le pudo suceder a él, trabajador
infatigable, animado por cajas, bancos, (¿Por qué nunca les nombran, como
desolladores de la piel de un país por hacer?), todo se fue al garete, mi
trabajo, lo asumieron empresas colaborativas (colaborativas ¿Por qué? Por qué
les da todo tu sudor para la riqueza de los dueños, cada vez más, señores
feudales?) Porque siempre hay gente común que lo hará, en su necesidad,
cabizbajo, esclavizado. Sentado, otro grupo, respira su tiempo, robado al
reloj, marcador de ritmos. Si, les miras, te dejan, te invitan, es un crisol de
imágenes, de sentimientos, de vidas por construir, tienen una cosa en común, no
son exclusivos, no dicen poseer la verdad y ponen en duda a “los seguros”
asesorados por brujos para el poder.
Plazas y calles por donde esparcen semillas las
historias de los auténticos constructores, golpeadas por maremotos de las
suciedades financieras, ahogadas por violencias de los servidores a los que les
nombran imágenes sin latido, adormecidas por sortilegios de los que sólo sirven
a sus ansias.
Señores, amos que quisierais, dejad de lanzar
descerebrados que os sirven para vuestra diversión y nuestra distracción ;, renunciar
a vuestro dios dinero del ahora. Crecerá una sociedad, en personas, en espacios
comunes.
Si no alimentarais a las bestias de vuestro circo,
para nuestros miedos, quizás no existieran las fronteras que instaláis con
vuestras codicias, en nuestra supervivencia. Valiente no es el que da para
cobrarse esclavos. Es quien dice para, sólo somos humanos
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