martes, junio 28, 2011

Clarence

Se van, ha pasado todo tan rápido. Llenaba el corazón cada día, de notas que nunca sabre interpretar. Estaba dispuesto, entre los caminos por mi desconocidos para mostrar la particularidad de su ser. Intraquilidad de haber vivido tan en mí, que no haya podido disfrutar de su entrega, a su manera, plena. Amanece soplando el calor que te modela el despertar. Las hojas plenas del verde aún primavera, asisten inmóviles a la invasión del sopor que dan los cuarenta. Y allí, contemplando o libros no viajados o copas de esplendores o figuras de la sabiduria, y a la vez escuchando palabras que se van desnudando, o llegadas pausadas de noticias irracionales, en el escenario de las danzas por pulir, sueñas balancear tu cuerpo entre notas que liberan a la vez que miedos, articulaciones y limitaciones de los años.
Esta el escenario del tiempo futuro, esperando la decisión que trace líneas entre los sueños pasados, abrasados por la energía de tu saxo o por las vidas narradas en la cotidianidad del transcurrir de un día obrerado, consciente de ir naciendo a su nuevo ser, desde su cuna verdadera, desnuda de los paños que olvidando, buscan aislar tus originales abrigos.

Dirije la quietud la presente Eva Cassidy, su voz abraza el intenso instante de contener un desgarrador sueño acabado. Apaga ella, el huracán de mil embates vividos, enseña el poder de sujetar mil trazos peregrinos en un corazón que sujeta una garganta de clines doradas, salvaje por su energia, necesitada de respeto en su independiente ser.

Y vuelve, no surrender, para no dejar abandonados eriales que fueron y que el contacto con el agua que habiendo marchado siempre esta, con los seres que ahora ayudan al diseño de tus días. Vuelve en el silencio de la calurosa tarde el gran hombre que en las corrientes que llevan a ramas enrevesadas, logra limpiar las aguas para la claridad de sus fondos, para la invitación a seguir soñándote, en las turbulencias que quisieran enlazarte para ser más completo entre el elemento que alivia la pertenencia a las leyes gravitadas.

No descansan, los naturales juegos de sombras y pinturas ideadas, porque no existe el cansancio, si no el andar que ahora sabe que llega, olvidando el miedo a conocer el final de la función para dejar surcados los caminos que volaron en el tiempo limitado

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y