Ayer decía Hessel (Indignados)que el paso siguiente era COMPROMISO, y la palabra es demasiado bella, para no ponerla en la boca de uno y decirla con todas las flores que pueden nacer en la primavera, pero acabado el tiempo de la poesía, la palabra necesita ser desnudada para ser poseida un día, y al día siguiente y al siguiente, también, aunque las hojas caigan, los hielos deslizen sobre tempanos solitarios, los pedriscos destruyan las nacientes yemas de los árboles ansiosos y el sol agoste cualquier intento de movimiento.
Ahí está el sentido de la palabra, para acostarla en nuestro propio lecho y sufrirla, amarla, ansiarla, comprenderla y realizar con ella lo que no podemos pedir que hagan los otros. En los sindicatos, admiro al entregado por los otros, rechazo a quienes entran por situarse o conseguir determinados beneficios y pido que los indignados acompañen como sombras las malas acciones de colectivos que nacieron para proteger al obrero del opresor.
Compromiso para marcar nuestros caminos antes que publicidades de millones de pixeles, idealicen nuestra realidad, haciéndonos perder los trazos rectos de caminos y edificios sobre los que acunamos nuestra juventud.
Compromiso por obviar a los fabuladores saciados que nos hablan de facilidades cuando nunca las hemos tenido y nos hacen creer que debajo de nosotros existen otros parias, cuando sólo, siendo ellos, el precederlos nos hace ser sus tiranos.
Compromiso apoyado en el otro, sin el cual la plaza, sólo es un lugar con sombras en las cuales escondes las palabras, temeroso de los grises despersonalizados.
Plaza y compromiso, oir para aprender, hablar para desnudar al dios
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