Algunos días llenamos nuestro tiempo con acciones en las que no nos reconocemos y sin embargo, donde creemos comprar productos para aliviar nuestras debilidades, conocemos la desaparición de un antiguo amigo; con él, coincidimos durante mi insegura juventud, que ahora, en cierta manera echo de menos.
Sin trabajo, vagando por incipientes pubs donde aparecían músicas a las cuales nunca había seguido y donde aleteaban chicas entre brumas que se fueron difuminando cuando cada miembro del grupo busco seguir los caminos que les condujeran a compartidas vidas o a lugares que ahora me embrujan, aunque desde mi fría atalaya.
Cuando en el kayak polo, me embarqué en una de mis ensoñaciones de crear un grupo estable, busqué en su negocio la asesoría para una de mis anheladas furgonetas, la Vito, cuadriga para llevar a los luchadores a través de las múltiples Españas, instante de cordura pararon la compra, pero nos abrió la posibilidad de compartir unos momentos de conversación y cervezas en medio de sus atareados días.
Hoy, cuando desarraigos de no saber pertenecer a nada ni a nadie, me ha hecho vagar por la ciudad. En la seguridad de mi viejo barrio, lleno de la juventud, de la búsqueda de los inmigrantes que habiendo compartido sus productos extraídos por diversas élites, han decidido seguir caminos marcados por las delicias paladeadas. Oigo esta aplastante noticia, de una voz que nació en este barrio siempre dibujado por los trabajadores universales. En este barrio encuentro tan estúpida la entrega al poder del dinero, a la demagogia de las palabras sin discusión.
Enseñadas las voces a imponer el puño en el tapete del diálogo, sea en bares, trenes, parques, sacerdotisos, adoctrinados desde catódicos pesebres, rellenados entre la inmundicia de la corrupción.
Este es el lugar donde encuentro el camino otra vez roto. El equilibrio del día truncado porque otro ser querido, que supone los mil apoyos a mi existencia, se ausenta para el amable encuentro físico y cabalgará en mi memoria para describir el secreto anhelo de ser guiado por el recuerdo de afabilidades y veracidades con las que se visten las buenas personas.
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