Acudo a un bar para tomar el café que ablande el afán de lectura deportiva, o pseudo deportiva y algún periódico de información provincial y general. Busco la tranquilidad y no molestar.
Llegan clientes que azuzan a lo guerreros del antifaz que van creando y alimentando irresponsables y furibundos ansiadores del poder, que luego delegan en amos privados. Se me hace desagradable oír los bafles de los destiladores del odio. Repiten alto y machudos el heno colectado por descerebrados a través de antenas bazofias conseguidas desde las hediondas porquerizas donde esconden el dinero robado a la sociedad que dicen defender.
Limpio la pesada oscuridad, entre las risas y las insaciables peticiones de ahora, una espada, ahora un perrito, ahora una flor,¡o se ha explotado!, acompañando a un jóvenes conscientes de las actuales limitaciones de los tiempos de crisis; ellos que intentar transmitir una mensaje en positivo.
Oigo la muerte, la jodía muerte que gana días, de Ernesto Sábado, escritor y sobre todo persona digna. Reconozco no haber leido nada o como mucho un libro de este autor. Oí su compromiso por los débiles contra los miserables adoradores del poder y ejecutadores con mantilla de días de rezo. Dió vida a madres que vagaban buscando pisar las huellas de sus hijos desaparecidos. No quedó conforme de premios, si antes no había iniciado el camino hacía la vida.
Silban los plácidos vientos de vidas pasajeras acomodaticios ritmos que nos hagan pasar los días sin despertar monstruos alimentados por odios y por las carencias de los débiles, antes explotados.
Me llaman, más de un ciudadano, para llenar urnas de votos. Quisieran algunos sólo los votos que les favorecieran. Quisiera yo el riesgo masivo que aunque perdedor una, dos, tres veces, se levantará entre las repletas urnas para decir sabemos lo que sóis y ahora no estamos dormidos, ahora queremos ser gobernadores con nuestros solitarios, ganáis batallas, pero nos falta poco para unirnos, si nos mentis.
Lo mismo me djavascript:void(0)ice Michael Moore, absolutamente necesario. Me llama, porque reconoce que el sólo no puede.
Nos necesitamos, porque que impotencia sentirán Obama no pudiendo quitar el poder a los desreguladores económicos, Zapatero, no pudiendo ayudar a la sociedad a la que ofreció bellas flores. Escritores le denostan, yo siempre me preguntare que existe detrás de todo para que apesebren libres quien tanto odio destilan entre púlpitos de indistintas lenguas.
Nos esperan, aunque el horizonte este tapiado. Siempre se pueden romper, escalar o incluso pasar por debajo, pero nunca morir sin luchar por ver la luz que amamos
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