En mi imaginario, tengo a María Antonia Trujillo, que fue ministra de Vivienda en la primera legislatura del mefistofelítico Zapatero (¿destruirá España como vaticinaron sus verídicos y puériles odiadores?). Ella hizo una afirmación donde daba como posibilidad la vivienda de 30 metros cuadrados ante una situación que parecía no tener ni pies firmes ni cabeza fría; a cambio, años anteriores un aburrado personaje nos lanzaba a poder pagar todo lo que se pusiera por delante. Conclusión, años después el susodicho animalado y apestado ente estaría otra vez en el "candelabro" sin tener ninguna traba por su pasado y sin embargo, aquella profética servidora se halla en la más oscura poza pública.
Estamos viviendo en la antesala clínica, porque somos fieles seguidores de la máxima que mientras no nos toquen las narices a nosotros, los demás pueden llevarnos a un crecimiento tan rápido como sin raiz, a una especulación con terrenos que encarezca nuestro futuro, a una prevaricación que desarme el respeto en el funcionamiento de la sociedad y nosotros seres virginales lo vivimos como algo ajeno a nosotros que incluso, a veces, con nuestras narices tapadas, nos puede traer algún beneficio. Cuando al final llega el día en el que la mierda rebosa y nuestros impolutos zapatos son atrapados en un betunazo putrido que ya apestará nuestros pasos, es cuando miramos lo inmediato, no queriendo comprender la bazofía que estabamos admitiendo.
Y en eso estamos, lúdicamente dando bastonazos a ver si tiramos el botijo al que una voz subyugante nos lleva; mejor eso que quitarnos el velo para ser nosotros nuestros guía al futuro.
Pero ahora sé que no hay ninguna solución. Siempre preferiremos que nos vayan anudando poco a poco el velo de colores en un juego asexuado, que enfrentarnos al macho cabrío que nos va llevando a una senda, siempre interesante, sólo para los dueños de su manada.
Y ahora, las manos "amigas" nos vuelven a poner el bastón a tiro, mejor eso que intentar deshacer los nudos del velo para que nos permita mirar los diferentes caminos.
Ahora nos guía el cencerro y antes el culo del cabestro inflado siempre con hormonas o alimentos ajenos, sus pedos nos resultan graciosos, aunque tengan una gran incidencia unos dicen que en el medio ambiente o otros, con sus putridos componentes, en la economía de un país .
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