sábado, enero 02, 2010

La tortilla

Unas palabras justas, fraternas pueden tener la capacidad de hacer volver a lo sencillo, a lo auténtico. Años intentando buscar una variante, un condimento que dé con el anillo de golum, en la tan mentada tortilla, para ya ser, el poder.
Tres palabras justas: tortilla es tortilla, para despertar y comprender que ahí está el objetivo final, saber dar lo que los otros esperan recibir.

Puede haber un momento de desánimo por el tiempo empleado, por las ilusiones puestas, por la sensación de derrota. Recapacitas y ves que cada cosa añadida, ha llevado consigo cosas superficiales a las que querías renunciar, las que sabes que te hacen mal. Queriendo abreviar, añadiendo, dado que la labor se hacía ingente, has logrado adocenar, espesar algo sencillo y apetecible.

Gustavo Martin Zarzo en "el hilo azul, la pasión de contar, el secreto placer de leer", ya me había anticipado la elegancia de utilizar los terminos justos para comunicar algo. Exactamente "algo", no es la palabra justa porque una vez más, Gustavo Martín Zarzo, lo que consigue es dejarme desnudo ante la transmisión de las pequeñas historias, esencias en gotas justas de cada momento.
No hay nada grasiento en sus narraciones, es contarte una pequeña anécdota y una puerta se abre hacia una pasión desmesurada por leer y sobre todo, y quizás ese es valor que más le hace prescindir de lo pesado, del elemento estéril, al tiempo dedicado a la reflexión para extraer el elixir de los libros que al mencionar él, se convierten en una nueva odisea a la cual esas sirenas- autores te atraen, pero ya no, para despreciarlos, atado a mastiles de lecturas efervescentes, sino para navegar y sin quizás no llegar a Itacas, descubrirte, descubriendo en las orzadas y arribadas del timón, en arriar velas, en trasluchadas peligrosas, tus sueños, tu ir siendo.

Tortilla es tortilla, lástima que hace años, cuando leí un artículo de Gustavo Martín Zarzo, sobre el cine de Ingard Berman, no comprendiera que con pocos elementos, pero amándoles, sintiéndolos únicos, seleccionados en "Boquerías" expertas, debiera darles el súblime valor al huevo, a la patata, a la poquita sal y quizás, quizás, poca cebolla, para cuajándoles con delicadeza, sin prisa se consiga una explicación tan sabrosa, jugosa, excitante del, ahora, desencapotado cine de Berman o de los libros, buscados para amantes eternos en lecturas finitas

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