martes, enero 12, 2010

Con GUSTAVO MARTIN ZARZO en Barcelona

Reflexiones inconexas, en una ciudad real y con un autor para la reflexión

- Se hubo callado la gota durante largo tiempo. Todo al final estaba en una gota y sólo la posibilidad de esta, en adquirir rasgos y sentimientos humanos, era la apertura a poder describir la pequeña historia incubada.

El amor a una madre, cierra el círculo de un viaje maravilloso a través de los libros; sacar a la luz el nerviosismo por descubrirse débil y en manos de un destino que no ha logrado, ni logrará dominar. Viajar a una representación que consuma, desorienta y te enfrenta a los retos irreflexivos.

- Un cuento de Navidad. Asistencia a un colegio de pago, que tenía dos puertas de entrada para los “adinerados” y los “fantasmas” de los desheredados.

- No encuentro forma de viajar, cabalgo por espacios previsibles y sólo el hecho de llevar una época sintiendo mi metamorfosis acuosa, me ayuda a enfrentarme con esos recorridos ya sabidos. La angustia de la soledad es la puerta abierta al encuentro imperfecto por los límites de la apertura pero a la luz, por la soledad del encuentro con el yo íntimo.

- Si pudiera retener mil millones de historias, me serviría de este cuento real (A un niño, vecino de Gustavo Martín Zarzo, le acaban de regalar una pluma y un tintero, ¡ya es mayor, ya puede contar historias imborrables!, horas después un coche acaba con la vida de su vecino, la ilusiones de la escritura parece haberlas tomado el escritor) para intentar narrarlas, para intentar ir trasplantando mis habitaciones donde suelo acostarme. Pondría a mi amigo a dictarme los silencios que murieron en el tiempo que abrazo la esperanza.

- Es tan pequeño (excursión al río Henares, por un proyecto Europeo), se nos hace imperceptible quizás no mereciera la pena ese paseo de 14 km., con alumnos de 13 años y sin embargo, es mojarse, ligeramente confiados en un fin de junio, (nos abrió un viaje a conocimiento de otros compañeros en otros países)pero reaparece con un mundo nuevo, siempre perecedero, inmenso. Aquí la montaña desciende vertiginosa y debemos encadenar maniobra tras maniobra. Ahora él recobra el ánimo y diseña figuras en una coreografía infinita. La montaña se nos cae y los huecos, desde fuera inmensos, ponen a prueba nuestras destrezas, nuestra comunión. Se olvida tensiones de viajes interminables, de opiniones diversas. Todo se reune en esos momentos.

Los niños que no fuimos encuentra su supervivencia en las primeras expriencias ajenas a estas luchas, en el cierto respeto, al conocimiento de sus posibilidades, en la recién adquirida destreza, no abrumadora pero suficientes para arreglar su salida de ese carrusel vertiginoso y para ayudar, a los que se encuentran en otros mundos pero han confluido en dias, palabra y deseos de conocimientos.

- (Recuerdos de infancia en el barrio y el alejarse de los compañeros de correrías, al no tener confianza para coger los pájaros). El miedo es tener un pájaro entre sus manos, es una marca en un mundo donde eso es una condición de entrada al grupo. La señal del diferente aleja, aún cuando ya días sueltos para el encuentro que ya no será completo

- ( una sociedad no crítica que espera del otro, sin aportar el nada). Un yupi lee una creación ajena. En ella vuelan personajes de mil formas que dirigen la historia hacia un final de mil dueños. Se detiene al pasar una hoja. explora y cree que todo el mundo real, se ha parado. Aquí comienza su cuento de una dirección, de una manzana, de un veneno que llama a quienes tiene despierto para hacer patentes sus acciones. Animales fiados acunan sus descansos, una sonrisa cruza en una mueca en espera que la manzana sacie el variopinto zoo que le acompaña. Al pasar una hoja, en una imperceptible agitación delata su impaciencia por ver germinar las semillas inyectadas de sus odios.

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