Me he vuelto muy loco, salgo a escena y me desmadro, no encuentro el límite; alguien me tiene que dar en la frente para que pueda mirar al público y les sienta como seres humanos.
Levanto la cabeza y la mirada, pero no veo, mi nariz se ha crecido, ya no es sólo roja, tiene matices negros que cobran vida propia y crecen, crecen. Soy tan consciente de mi odio hacía ellos, que necesito ser exagerado mostrando mis propias acciones en una pose muy digna, muy ampliada y convirtiendo la percepción del otro, en una mercadería para eliminar la visión crítica de mis actos de soberbía.
Ha llegado, ha llegado, si otro embrutecido tamizado en master, que en su desnudez buscará que sólo veamos algo que quisieramos que fuera basura pero que sólo es el otro, si, un ser humano buscando respuestas, sin someterse a focos. Y exagera muecas, palabras, pasos, no importa llevarse por delante un escenario anclado con pinzas, porque ve su reflejo en el agua de lluvia pobre y se ve embrutecido, desfigurado, pero bello a ojos de despistados vagadores. Y entonces se vuelve más y más clon de la bestia de nariz, ya negra de odio y a los dos, no les implosiona una sociedad, hay productores que en la mierda, ellos siempre tienen que vender algo.
No, no son payasos, débiles hacedores de sonrisas para descubrir mundos; sólo son seres que congestionan sus narices porque su miseria crece en sus actos descabezados por querer ser algo más que intrascendentes
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