Bueno, en tantos y tantos sitios, el hombre común. Ese me había ganado el día anterior, y durante tantos años, Andrés Iniesta.
Ví la ultima entrevista, todo, todo es tan cotidiano: un alumno en el único patio, un padre que con doce años admira como juega su hijo y pero le duele que le pueda perder en el marasmo de la vida, como años antes, en otra casa alcarreña, un padre lloroso, de un ser humano, futbolista, le había perdido por las vías rápidas de las noches inextinguibles.
También cabalgué ingrávido sobre los pies alas que le acercaban a las pistas de bailes de las trenzas imposibles.
Cuando le mostraron sobrehumano en las pantallas, le veías sentado, cotidiano, preparado para una tertulia.
Enfrente, Karius, escuchaba para crecer en una vida en silencio que le formará para lo más importante en la vida. Aceptarnos humanos, aunque siempre tendremos, una nube donde resbale para coger un balón adormecido o para darsela a aquel amigo para que saliera de aquel coche que no le pertenecía.
Apoyo mutuo para los éxitos, para los errores. Los dioses, son adorados sin ser queridos.
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