Cuando leo el libro de José "el oficio más bello del mundo", Ed. Clave intelectual, disfruto del pintor que se enfrenta al lienzo, con los miles de tubos de colores utilizados.
Leo frente a una ventana que es abierta para el flujo entre los protagonistas y la comprension de mis
razonamientos entonces cristalizados conc vidrios de mil tamices.
Visité su afabilidad en el Kursal, sabiendo que en su mano, mirada y palabras estaba sentía el calor del ser que derrama las aguas de los mayos recorridos en miles de conversaciones con bocanadas de corazón, picardías de pimientos cenados en fabulosas noches de cotidianedad y vapores huidizos de conversaciones negadas ante las lógicas de jueces que necesitaban la malta en las aguas salvajes de los poderosos caños conducidos.
Quise ser huidizo a la mirada del ser humano que se apartó para ser fiel a un amor que perdió el destello en las quebradas donde cayeron dos hijos, cuando entra José a hablar sobre la justicia y los que a veces ser han encerrado para teorizarla, como quisé esconderme, por volatiles noticias cuando Jordi Évole, me presentaba a Romano; no, no pudé, sangra la razón cuando la podedumbre ser instala en el servicio al ciudadano, entre los que fueron ataviados con los birretes de atención al ser humano.
Y guardaré el libro de José Martí para la cabecera en la que he querido entender actos de los que no tuvé acceso a sus látidos
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