domingo, septiembre 19, 2010

No podré hablar, en tu homenaje

Maestro, te has ido entre el recuerdo a tus canciones y a tu mochila. Tengo grabadas en mi más intimo rincón del corazón las canciones de un cassete que dió mis vueltas. Luego, pasaron tantísimos años, que cuando caminabas por los pueblos, la melodía era la autenticidad que habías transmitido en las letras preñadas de compromiso hacía tu tierra, la enseñanza, la libertad carente de los melifluos y falsos empaquetados. Me quedo con tu condición de maestro, el tiempo que le dedicastes a ese mundo, fue de entrega como demuestra el hecho de que nunca pudistes hablar mal de un antiguo alumno, que había devenido en proclamador de verdades eternas encerradas entre celofanes podridos.

Aquí, en Guadalajara, tenemos aragoneses, tan auténticos y tan compometidos con la sociedad como tu mostrates. Estos días sois necesarios ante tantos paños calientes que nuestros políticos ponen ante la iniquidad y el odio hacía los demás.

Regañan a una eurodiputada que recuerda los campos de exterminio cuando expulsan a los gitanos, porque les parece exagerado; pero, despues, de 50 millones de muertes en una guerra, ¿no ha quedado ninguna enseñanza para evitar las deportaciones?. ¿Ese número de muertes se tiene que repetir?. No, la enseñanza fue cruel y ante ella, cualquier cosa pequeña que demuestre que no se ha aprendido, se debe denunciar. La exageración es deportar al débil, con problemas de arraigo, pero ¿no tienen problemas de desarraigo quienes han hipotecado a una sociedad por haber permitido
que la especulación y el dinero hayan marcado el futuro de una sociedad?

Algunos se asustaron y quisieron regañarte por llamar gilipollas a seres maleducados; también se fijan en unos sindicatos, que son entes vivos con lo bueno y lo malo en sus entrañas y sin embargo;

Nadie se asusta de las multinacionales que marcan las líneas de alimentos, aunque tengan entre sus componentes productos que podrían no venir bien a nuestro cuerpo. Ayer en "food inc", una mujer que había perdido un hijo, decía no poder hablar, porque una secta de abogados, adoradores del dinero, sobre el que pacen sus hijos, podría analizar cualquier palabra dicha para demandarla y hacerle la vida imposible. Esta es la nueva esclavitud.

Aunque no, silenciosos, abren surcos los habitantes de Ziwa y los chicos de Guadalajara que ahora comparten su vida con ellos; abren surcos, los chicos del "Rincón del Lento", con nuestro Chechu que se recupera; siempre ya abrirá huecos nuestro José Antonio Labordeta, al que tengo metido en mi piel, y añoro no haber podido compartir su ultimo concierto en Guadalajara, con aragoneses que son sus herededores en franqueza y calidez.

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Siameses y mercader

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