lunes, septiembre 06, 2010

Resorte

Es leer una nueva inocente carta al director en mi periódico de referencia y es volver a surgir una catarata de reflexiones a lanzar a esos que hablan de unos excelentes resultados cuando se separa la enseñanza por sexos y nunca hablan de obtener la excelencia si por ejemplo consiguieran reducir el número de alumnos por clase, o gastarán más en enseñanza en tiempos de crisis al revés de lo que están haciendo las comunidades autonomas.

Hace poco escribí sobre ello, y por lo tanto me voy hacía lo agradable que ha sido para mí, que una alumna de mi tutoría me haya dicho, tras las vacacaciones que anduvieron buscando por el hospital de la ciudad, Alcalá, cuando supieron que estaba ingresado;, aunque en esos momentos, yo estaba en Guadalajara. También es bonito saber que cuando ya habían terminado las clases, volvieron a nuestro instituto para hacer una coreografía que les había puesto como tarea a los diferenes grupos. Estos grupos, por supuesto, estaba formado por chicas y chicos; ellos estaban contentos con el resultado, habían unido sus diferentes personalidades y sensibilidades para un trabajo común. No sé si como dice nuestro escricartor un sólo sexo hubiera sido capaz de más perfección. Esa plenitud que como dejé escrita se obtiene de los cruces de razas en gallineros, vaquerias y porquerizas. Quizás en los carteles de entrada sobre una hipotética eñe, dibujan un bigotito que tanto luce como mató.

También ha surgido en mi cabeza, como un resorte, una imagen que vuelve siempre a mis pesadillas cuando en una pelicula "radio en cubierta" (porque me permito estar una larga época sin ver películas, cuando amo tanto lo que me enseñan) un tétrico personaje lleno de un guarro poder, para conseguir su propósito de cerrar una radio, quiere utilizar la excusa de que han interrumpido la frecuencia de un barco averiado y ese desgraciadamente repetido ser, pregunta si ha habido muertes. Se lamenta que no haya sido así. Siempre habrá un baboso, de vida arrastrada para la supervivencia, que le va consiguiendo todos los excrementos que le van saliendo de su putrido cerebro. No están lejos, en la realidad, quienes esperan muertos ajenos para ir a lanzar sus gelatinosos desechos humanos aunque sea a la puerta de un hospital.

Aunque me ataquen los harapientos andrajos con los que cubro en esos momentos mi cerebro; prefiero la calidez del pequeño bálsamo mostrado por los seres a los que durante todo un curso intenté poner mi esfuerzo, mis conocimientos y el deseo de que se hagan ellos mismos para saber donde aprietan las cadenas y como deshacerlas. Y a ello, con la incertidumbre del comienzo de un nuevo curso, espero poder seguir siendo capaz de entregarme a la enseñanza y por lo tanto a ellos

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Siameses y mercader

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