lunes, septiembre 06, 2010

Ziwa, Moiben

Vendrá Moiben y le veremos pequeño, casí diminuto por la ciudad. Se agrandará cuando cada una de sus zancadas, prolonguen la ingravidez en un eterno vuelo, ante los cuerpos que tenemos anclados a la tierra; se hará infinita su figura cuando sepamos que en su tierra ha abierto caminos hacía el futuro a seres golpeados, por plagas propias y las enviadas desde los poderosos, sobrados y aprovechados paises poderosos.

Este año ha sido una sucesión de visitas, no de los que desde el poder, aparecen en hoteles de mil y una noche estúpidas, sino de los que permanecen en las habitaciones compartidas en las luces, en los miedos y las ausencias de los seres que vagan por aquellas tierras.
Ahora están unos jóvenes, que harán mil mundos más poderosos de los que yo pudiera hacer, porque ellos lo han plasmado en actos que es donde un pintor debe plasmar sus señuelos. Kike, Andrea y otros tres diseñadores de nuevos modelos han aparcado durante 4 meses, bicicriticas, cervecitas en parques de colores, trabajos propiciados por meses de estudios, para alojar sueños entre realidades castigadas por antiguas codicias, por nacionalismos o etnias que ancladas en tradiciones de anteojeras castigan la esencia y diferencia de cada ser humano.

Y ahí, Moiben, aunque ahora les falté unos meses, ya que vendrá a Guadalajara para compartir con nosotros su trabajo, que son sus carreras, sus entrenamientos y los contactos sin limitaciones pues él prescinde de valorarar a quienes por ayudarle, le utilizan en su lavado de imagen vendedora. Su sueño, es ayudar en su tierra; las miserias por las que se pueden arrastrar los pulcros trajes, llevados por seres ansiados de glorias, se derrite en la ausencia de esas ataduras.

Zancadas amplias, esfuerzo extenuante y en la tabla, una tela que en cada instante va obteniendo matices para lograr una pintura que será ahora sepieterna, pues ya no tiene el descanso de algo que se acaba para poder exponerlo. Su exposición será diaria en el mantenimiento del pálpito de cada uno de los corazones que allí, tiemblan ante la llegada de un nuevo día. Un beso, queridos desconocidos, que en los relatos obtenidos me vibran los hálitos expelidos en cada uno de los actos sucedidos.

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Siameses y mercader

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