domingo, julio 04, 2010

Un domingo cualquiera

Enfrento mis palabras a un día nuevo abierto. Textos terapéuticos añadidos a la arcilla que sane inclementes defectos descubiertos. Ella hace su función desde sus escondidas magias.

En las palabras de los magos de las letras, encuentro el digestivo que ayude al buen entendimiento de ideas engullidas. Javier Marías coge una noticia sobre la muerte de David Carradine, donde se comenta que su viuda reclama a la productora de la película en la que trabajaba su marido el que no hubiera insistido en llamarle cuando no contesto al teléfono, posiblemente implicado en una turbia anécdota de vida. Razona el escritor, ironizando sobre si al final el estado o nuestros padres serán los responsables de nuestros actos por el hecho de ser o nuestro protector cívico o nuestros progenitores.

Más indigesto de deglutir es la llamada de una salvaje que 60 años después rememora con su interlocutora, ahora conocida por contar como le arrebataron a sus padres, maestros. La ínclita renovadora de la memoria, la traslada a sus comunes momentos de juego y la remarca la bondad de sus padres que la dejaron jugar con una niña ensuciada por razón de padres. Existen vidas emponzoñadas, destilando sus gotas crueles desde frascos gráciles, de cristales asaeteadores.

Y así, quieto para trazar las líneas de caminos que no se acababan, buceas por papeles para descubrir a la monja que tras sesenta años rebela las oscuras maniobras de serpientes de vocecitas encantadoras. O encuentras a la abuelita que durante años ha tratado de encontrar un tabla donde salvar la criminalidad de su padre.

Por momentos sientes la opresión de fanáticos que se entregan al alcalde que les ha robado hasta su dignidad y por momentos, sueñas el instante que cada uno de esos becerriles seres fueran responsables, con sus esclavizadas pertenencias, de ayudar a la recuperación de la normalidad en un pueblo.

Hoy, sin embargo, te sumerges en la navegación por las páginas deportivas tratando de descifrar en cada una de las más insignificantes palabras impresas, elementos que espanten los sufrimientos que atraparon cada instante de ayer, esperando adivinar claves para ya siempre superar un sueño que siempre ha estado vedado. La conclusión, aún concediendo al azar un poder, a veces hercúleo, es el disfruté por ver pasarelas a los caminos desempolvados, encontrados por jóvenes con el compromiso del juego, huyendo de los amparos de los seres agónicos y de la permanente apelación a los momentos sublimes, siempre coronados por la impericia.

Abandonaron los anuncios de pócimas gonadales patrias ante las dificultades encontradas, confiando su camino en la técnica y en el mutuo respeto entre compañeros para elaborar una propuesta con la cual enfrentarse a las realidades cambiantes.

Los augurios golpean pesadas cancelas que se niegan a ceder sus pasos, anclados sus goznes al arbitrio del propio objetivo. Hoy, ya derribados cinco guardianes, quedan dos malhadados encuentros con diabólicos geniecillos egoístas para sus glorias que siempre les fueron más próximas.

Te lisonjea el propio temor, con el cual descubres, debes bailar, para superar el vértigo de la llegada a lo desconocido. El sueño está abierto para navegantes que conocen navegaciones de vientos volubles. No sabemos si será la hora llegada, pero confiamos nuestro futuro a estos intrépidos seres pues sus conocimientos y los aparejos usados los hacemos propio, aunque sin corresponder a nuestra pericia su despliegue.

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y