Cuando nací en una alpargata, no pensaba que me llamarían alpargato.
Creí que verian un descalzo para trazar un mundo, se aterrarían ante la corrupción, amarían a los
seres, no a los símbolos. Indagarían en mi respeto al medio ambiente, por lo posible
no por la prepotencia. Ahora comprendo que ese nombre objeto es el que
les transmiten: palabras fetiche: pensar les crea pánico, ven personas tomando decisiones.
Más fácil es decir: yo amo lo máximo, me arrodillo ante lo único, aclamo la tradición. ¿Cómo sería una vaca que cogiera el teléfono y llamará al palco para decir muy bien, se han divertido un rato, han visto de cerca la muerte, me pueden dejar retozar con mi parienta, allí en la pradera de lo inmediato?
¿Estaría reñida la lógica con el amor al encuentro?
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