domingo, febrero 04, 2018

la radio

Sueño con la radio; algunos días podría intentar estar con Dylan por horas, como intentando averiguar porque su cadencia me ha sugerido siempre que estaba creando poesía urbana, intima, rebelde sin haber llegado a comprender cada una de las claves de sus mensajes.

Otros días, los domingos, o durante los viajes de las semanas, me envuelve el periodismo de Javier del Pino; por ejemplo, si cojo un día como hoy, cuatro de febrero, despertando cansado tras haber visto la gala de los Goyas, vidas narradas para que habiten en el intento de comprensión de mis actos.
Al conectar el enchufe, me encuentro a robinsones navegando por las marejadas de los paises expoliados para la venta de "la libertad" en Estados Unidos. Degradacción de la convivencia, creando monstruos que fagocitan a sus coétaneos, revestidos de una justicia a la que putanizan, taladrando los platillos donde los débiles caen por los agujeros sin redes. Destrozos ejecutados por esos monstruos, dueños de comederos para asalariados de razones segundadas, traducidas en violencia contra los seres en transición. Cuenta, un padre religioso comprometido, agarrado al corazón de los que comparten, que allí, en Colombia, jueces derraman apoyos a paramilitares para conseguir victorias terrenales y me viene a la cabeza, si también existen jueces que buscan victorias celestiales, matando el fiel de la balanza con brochazos a paneles blancos rasgados por sentencias mercenarias?

Cuando, poco después, entre propias dispersiones oigo a Simona Levi, Xnet, planteando el siempre posible conocimiento y compartiendo el trabajo de tipi_ciudadanos lugar donde racionalizar las marcas españas, exapbrutadas sin orden por los poderes públicos, para echarnos zozobrados en las charcas de las aceptaciones inenteligibles; me rebelo, me condeno, triste, porque al conocimiento, le asaetea el haber oído esta semana las imprecaciones armadas para arreglos que necesitarían encuentros. Siempre cañones, cuando nos dejamos construir los muros de nuestra ficticia tranquilidad.

No nos damos cuenta que el muro nos aparta del otro, que nos lo muestra odioso, pero también nos encierran, cercenando sendas por dónde el encuentro con el diferente nos mostraban escenarios para la unión.
Y es esa clave, querer buscar, saliendo despojado de los trajes de hilos de aceros tan poderosos como asfixiantes, como en la hora siguiente, esta radio para despertarme con el acto, escucho a seres, Josep Maria Mena, Ander Gurruchaga, Mercedes García Arán y Joan Romero que brujulean por las aguas llenas de minas preparadas para estallar en mercados de la tierra, donde saludar al artesano;  donde se orientan también, para evitar islas con acantilados tan desafiantes como bellos por escalar; sin pensar en las taimadas piedras que destrozan los cascos que llevarán a sus recónditas playas de baños compartidos y de cuerdas para escalar entre las inquietantes grietas, para tenderse en praderas nunca ajenas.
Y entonces me digo, me nazco para una radio, que quisiera escucharán los incansables pasos de José Martí Gómez para hacerme curioso ante los neones de los vendedores.

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