sábado, febrero 01, 2014

Cuando somos la nada

Se acerca, sigilosa, taimada, sus manos resguardadas aunque desde los bolsillos se intuyen garras. Me he levantado, tras estar encerrado. Desde su apenas imperceptible susurro, me lanza a abrir la ventana. Si el horizonte es franco, sin nubes que atrape mi mirada, sin rayos que traspasen mis pisadas. Me dice, como la soñada cómica, compañera elisada que abra la ventana y con el viento que otea los pasos raudos a través de las tierras desposadas, llegué a ser otro, único, con terrazas balconadas a las sendas inexploradas; con sonrisas receptoras de exclusivas pócimas al cuerpo vestudado; con pantallas extasiadas por ofrecernos piedras lanzadas de las tierras esclavizadas por días sin horas.

Mis ojos abiertos, exceso de un sueño. Golpean aún entre tinieblas las horas llegadas. Puede el sueño del azul, exquisitado, por la ventana lanzo el ala para ser acariciado por el batir de viento alado.

Mas la última campanada, me estrella a un inane camino clausurado, su boca se abre para mostrar el origen de las dentelladas y la realidad esta plasmada y entonces, ya sin edificios, veo que las atormentadas nubes habían sido dotadas sólo para el destrozo, que las sonrisas eran carcajadas y que a las piedras, devolvían disparos, inmaculados, mas disparados y si, ahora

La nada había sido entronizadas y nosotros, yacíamos, postrados, incluso diciendo que adorando a esa incombustible nada

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Siameses y mercader

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