domingo, diciembre 26, 2010

Apagar

Se puede apagar la pequeña luz que apoya tus lecturas de horas interpestivas, se pueden apagar las emisiones donde una persona eliminando su grandeza, abre luces a los hechos sucedidos. Pero entre las oscuridades, busca nacer la historia que intuyes crujé entre palabras de extrañas morfologías y en los silencios, que adyectos seres quisieran perennes,fluyen mesas desplegadas para clarificar las verdades de mil caras, eliminando podedumbres de viscosos seres.

Él, que unas Navidades, acariciaba tu despertar con las palabras del sentimiento cercano, para las coles, para las vidas ausentes, para los preparativos a los centelleantes aperitivos que se agarrarían a la pasada noche bulímica, había labrado la imperecedera necesidad de no aceptar los explicaciones superfluas, las palabras puériles, los enquistados odios del demente en pasados horizontes. Prestaba su mente para que nos afirmaramos en el nosotros, aunque a él le tocará sufrir en su persona, las babas podridas de los odios subvencionadas por dineros de truhanes, saltimbanquis, groupieres de bingos manipulados.

Aguantó en ese marasmo,con la elegancia de la sobriedad, con el amor a los pequeños detalles que entregaría a los demás, con la insistencia del surfista cercano a la piedra que aún siendo inquenbrantable, horada muros de inestables eternas verdades. Aguantó abrazado por seres que existían buscando entre causas comunes, fueran música, literatura, sociología, por el abrazo de ser contenido, por brazos que mecen, sin atrapar ni desgarrar.

Y ahora, que te deberé volver a buscar, como hacía en este tiempo más alejado, donde te necesitaba ver para saber que estabas y no dudo que estarás, entre quienes me enfrentarán a la inmediata consciencia de buscar ser yo, ante el pensamiento único que regala hendiondos perfumes alambicados que apesebra el colectivo a la impotencia de la aceptación de las medias verdades, extrañamente percutidas por fanfarrias con modelados trapos de hilos dorados, que ellos dicen oro.

Y así Iñaki, nazco en la Navidad, en idiomas intentados mil veces, en mezclar las palabras conocidas o soñadas que me permitan crecer en la no aceptación de lo impuesto, en la comprensión de la vida, ante seres de mil variados destinos. Así, quisiera, sr. Gabilondo ser un duende que moleste por buscar, por crecer, por apoyar a quien descubriera que necesitará, y despreciar al oscuro, al prepotente, al criminal de los hechos, de las inducciones y de las mentiras que desgarran

Pero termino en positivo, porque es siempre tu mensaje, caminar para encontrar. Y te tengo y me tienes, Iñaki Gabilondo

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