Otra vez, aquí, en Guadalajara y sin embargo, necesito esa música, la música que no permita paralizar mi mente. La pido matrimonio para que en la noche perenne salten las cadenas en el cuerpo esclavo.
Romper el dios que nace en la soledad y que produce fantasmas absolutos que labran caminos tenebrosos del que huyen seres con incertidumbres que siempre les hará crecer.
Manantiales de rutas ciertas, para el ser que conociera lechos sufridos. Permanece en la terraza de sombras abrazadas a intrépidos saltos. De ahí huye sobrado de la desazón del conocimiento repetido.
Clama una voz joven, por su propia cuenca, insinúa el paso lateral, con el hombre escondido, ahora necesita entrar por el pequeño hueco donde intuye una ruta que quebrante los pasos mil veces continuados
Reflexión para escuchar, da miedo el púlpito de certezas que alejan días blancos que fenecen en semanas recortadas.
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