sábado, noviembre 24, 2018

Aluche, a vivir en cada día

Hablaba ayer en mi primer podcast que las personas migrantes eran doblemente humilladas en España, pues a su lucha por demostrar que ellos eran parte de los seres que tienen derecho a poder dar una vida mejor a su familia, la administración del estado español había añadido la estocada de tener que pasar noches a la intemperie para lograr una fecha en el que les hicieran una entrevista para explicar porque querían vivir en nuestro inhumano pais; doblemente inhumano porque esa entrevista la daban para dentro de dos años.


Hoy en medio de mi lectura de Sapiens, un viaje por el descubrimiento de la lógica en la historia, he encendido el faro "a vivir que son dos días", que como en  "el intermedio" estaban dando la palabra a seres oprimidos en su pais, por las fuerzas subyugadas a los poderes económicos. Estos últimos exprimen las tierras y las producciones de un país en medio del terror generado por sus secuaces marionetas que descontrolan la vida diaria de cualquier ser humano, arrojándoles en lodazales donde maras y paramilitares encuentran su medio natural de supervivencia y les rematan la tarea que ellos empezaron.

De ahí salen James, colombiano, Vanessa, hondureña y Jorge, salvadoreño que en la España amortajada por las ideas fascistas, desanimados por la triste realidad en que nos ven, buscan lo mismo que buscamos nosotros, desarrollarse con sus seres queridos y en sus sueños. Ahi, siempre y en luces, aparecen seres con látidos:

en este caso, Patricia, abogada, de la coordinadora de barrios en Madrid, que están haciendo una labor inmensa para que las noches físicas no se conviertan en perennes

Nuestros muros los fabricamos con los ladrillos, que nos son donados, graciosamente, por quienes nos quieren hacer sentir diferentes, (sólo porque estamos primeros) de nuestras compañeras, con las que siempre debieramos luchar para hacer un mundo más humano, y de esta manera que nuestras luchas sean parceladas y minimizadas.

 Leía hoy en CTXT que ya se pueden oír en manifestaciones que ellos mismos, las personas migrantes, empiezan a decir que nosotras, los antes establecidos aquí, nos sentimos en otro estadio superior y que no estamos en el mismo lado y ellos lo perciben en su vida diaria.
Si ellas tienen esa percepción, algo debemos estar haciendo mal los que quisieramos ayudarles para no estar a su lado.

Ante los expositores de muros; a los que están sin hacer, rechacemos sus ladrillos y a los hechos, creemos más puertas, ventanas, escaleras donde nos confundamos. Nunca serán nuestros enemigos quienes caminan por nuestras mismas sendas y montañas. Los altavoces del fin del mundo están situados en salones adornados de los sudores y lagrimas. Allí traman, felices, si nos ven débiles y crédulos, sus próximas felicidades, idiotas, caducas



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