lunes, octubre 24, 2016

Huertos

A veces, aunque te hayan avisado cien veces, el campo está ahí y poco a poco, porque es tan generoso, te ansia el coger más frutos o limpiar algo para que te devuelva más.

Eres tú quien debes cuidarte porque la desembocadura del antiguo molino es tramposa y ha admitido limo por años, de tal manera que siete metros se han convertido en un engañoso medio metro de falsa seguridad, y entonces te crees que 20 nueces puede ser un justo riesgo en arenas movedizas y te olvidas de los lamentos de tu tio para que seas prudente en esa trampa viva, y desafías y como sales invicto, te vas a otro, y buscas un nogal en el que liberar tus ansias por integrarte en el campo, por cuidarlo, por amarlo y limpias sus alrededores  a mandobles, y sigues sin ser prudente y golpeas infatigable debajo de sus ramas, algunas podridas, y si, alguna se desgaja y te golpea el cuello con violencia pero sin espacio y tiempo para ser definitiva.

Y hoy un día después, vuelves a pensar el largo camino que queda para el conocimiento de lo que siempre obviastes y para comprender que mínimos instantes hubiera sido un perfecto golpe de karate para dejarte inconsciente y a cambio dolorido hoy, recuerdas cuantas cosas te son inexplicables aún en su plena exposición.

Darte cuenta de lo que es importante y que la naturaleza está ahí, maravillosa, sufriente por nuestros ataques desde el uso nocivo de nuestros descubrimientos, indolente ante el que arriesga ante sus fuerzas.

Llenan los paisajes amarillos transcritos en la tierra, pero somos tan pequeños cuando los reinterpretamos a nuestras ansias de más eternizarnos en segundos

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