Pasados los 60, desplegadas las velas que algunos pensamos ya rasgadas para portar vientos, cierra su despacho y abre las ventanas como preludio de una apertura de una puerta a los pasos desesperados de los seres empobrecidos por la codicia, no ya de los poderosos, sino de los que adquirimos las porciones concedidas de felicidad.
El silencio, el miedo nos borra como seres humanos, nos hace aceptar y poco a poco desaparecer. Vecinos de viaje, reconocen esta postura, esta postracci'on.
Vence los que poseen, los que se subieron al carro de los violentos. Verlos desde la tristeza, vestido de una rabia contenida que trata de encauzarse entre piedras en montes.
Cura, que contesta sudores nocturnos. Devastan sus palabras las piedras de la eclesial codicia, que bendice gobiernos que se someten a sus ambiciones. Poseer colegios para segregar, adoctrinar y encauzar a los due;os del futuro, tomados al asalto los mensajes de entrega al otro.
Sinsentido a palabras asaltadas, como solidaridad, por parte de quien cobija restos de quienes asaetaron a los diferentes. Sin sentido repetido en ese concepto, por parte de los tomadores de hondas hetzianas que vomitan odios.
Ciudadanos asaltados en su dignidad, por trileros unidos sociedad anonima que reparten juego para acaparar posesiones
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