Caigo en la poza de un río que descansa.
Boca arriba, aplaco los tiempos pasados,
consciente del caduco camino que queda.
Alguien mira desde el puente,
intenta leer cada mañana los mensajes de tu cauce;
le imploro paciencia, desde fuera al observador
aprendo las palabras impresas en piedras,
árboles caídos, curvas sin destino,
caídas al desequilibrio de cuevas sin otras puertas
o al fondo que te arroja a centrifuga bruma;
inmerso en el viaje necesito estas paradas de fondos perlas,
calentado a veces por un único rayo invernal
o por las ráfagas luminosas de los luchadores;
vestidos otoñales o con luces que parecieran eternas,
en las brazadas de los días de las mil horas.
Dame un momento más, aunque te parezcan inacabables vidas,
para saborear en el lenguaje escrito,
la sabiduría de mis queridos maestros,
para que merodeen en mi arrítmica cabeza,
el éxtasis de su música grabada para el amor, ahora
escuchadas por compañeros, le reviven en sus entradas
hacia el humeante café que nos une.
Y aún así, ahora sí, reconfortados porque somos también de vosotros;
antes de montar en el kayak,
miramos las vías que nos llevan a lejanas pozas
anhelando crecer entre enmarañados bosques
No hay comentarios:
Publicar un comentario