sábado, octubre 16, 2010

El deseo irrefrenable

Fuimos, porque se unieron, porque comprendieron que sólo se podrían defender si permanecian apoyándose en medio de la indefensión; paso el tiempo, guerras donde de la sangre de los muertos borboteaban ríos de nuevas riquezas, para saciar nuevas necesidades, que cada vez, se nos hacían más imprescindibles; nos volcamos para ser los dioses que en espejos rotos, nos mostraban los dráculas que yacían en lujosos esplendores, saciados su corazones, cimentados en sus primeras ansias de dinero.
Reconfortados en sus enormes butacas, meditaban nuevos yacimientos de donde obtener sus bienes al que ya sólo les quedaba ser eternos(si no ellos, sus retoños, crecidos en mullidos colchones, ahora intocables, por desgracia incluso social), descubrieron cosas:
No harían falta guerras, ni muertes que quizás les produjera un cierto salpudillo en su waterada moral. Las masas seguirían las muescas que apareciendo súblimes, parecieran compartir mundos comunes. Allí se concentrarían en obtener su supremo Yo del comfort, de la opulencia en la innecesidad; porque no, entrevistos los cielos de lo máximo, abríría su iniciativa a ser más.

En extásis permanente, se agitarían en eyaculados gozos, sobre esos enormes ya no sofás, sino sofones, viendo como habían conseguido dividir lo que tanto había costado juntar. Sobre altavoces de sus nuevos muñecos podrían decir, ya pérdido el pudor vestido de trajes marcados, que el ideal estaba en la lejanía; en paises, donde sus nuevos iguales, sangüijuelas impunes e impúdicos, alargaban las horas del oprobio, del llanto, de la necesidad entregada por el pequeño alimento del amor, del hijo soñado que ya fue tenido, para conceder todo su valor de ser humano, a unas monedas caídas.

Tertulias apesebradas para yeguas que tras las luces, eran jamelgos, para dueños que les mesaban sus, para por ahora, necesitadas clines.

Y allí, en la dulzura, que se quedo atrapada en una casa de Berlín, en la fuga constante del encuentro, surgen los espacios de la rebelión, de los otros mundos posibles. Si, nos tienen atrapados, en la terrible realidad, imposible romper un barco, que navega torpeado, pero en el cual están aferrados con todas sus entrañas, los seres que son sometidos; pero al lado, surgen barquitos buscan vientos, reuniendo gentes que no se someten, en el sometimiento, buscandos sus propios vientos; gente que escupe al que cada mañana arroja desde su orinal sus risueños impúnes excrementos fruto de llenas panzas de sus impudicias en sicav, en acciones sobre sangre que anidando en sus uñas, parecieran muy lejanas en el espacio. Crear, compartir, yacer en espacios comunes, temidos, denostados por los bienpensantes que se agarran a asas ardientes para maldecir acciones que denuncian las grietas gigantes de sus acciones en robos, en recalificaciones, en actos de su glorificación para el sometimiento del incauto.

Sueños de transfusionar del oriente la sangre vertida, compuesta de horas sin luz, sin aliento, sin alimento, al europeo dios, para seguir siendo ellos, ya sin guerras, con chaquetas impólutas Dueños dioses que se acostumbraron a ser.

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y