Una noche calurosa de una recién estrenada primavera, amanecen los efluvios de una noche sin limites. Lejos, no muy lejos, la zozobra de una familia quebrada por los absolutos adolescentes. De esta nacen los pábulos acerca del famoso "otro", seres a rechazar. Volvemos, seres sin principios, investidos de las apariencias que fabrica el dinero, incluso el obtenido, muchas veces, quebrando el funcionamiento de la sociedad. Se oyen voces que califican el evento de accidente. Miserables con las garras afiladas protegen a sus polluelos y hábilmente ponen el foco del peligro, en el "otro", el marginal, el extranjero, el desposeido.
Polluelos que vieron llegar manjares sin límites, obtenidos por padres-buitres, carroñeros de la dejación de la sociedad.
Ellas, cebradas en un instante dejaron sus flores; bestias humanas las cercenaron con salvaje guadaña. Bestias que nunca son foco, porque los haces de luces son habilmente dirigidas a las entrañas empozoñadas que critica al débil y abandera al osado fagocitador.
Y sólo la belleza del cariño, adormece el desprecio
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