Yo, sin embargo, celebro que pueda aprender a ser yo mismo.
Por ejemplo, si zapeo por la televisión del Real Madrid, no oigo, ni veo a esos deslumbrados repetidores de las grandezas de los millones. Por enésima vez, repiten en estos días de duelo, la última victoria, aunque sea de baloncesto, para recordarnos que los éxitos llegan con una frecuencia muy periódica, en este club atosigado por las bendiciones que se reproducen en granizadas, generadas en los palcos- tronos para las transacciones de los dioses.
Pero de estas mediáticas mediocridades, lo siento, de lo único de lo que me prevengo y me admiro, es de su impostada desfachatez, pues en los días en los que se da luz a las autovías por las que acuden a sus riquezas (si, no son las autopistas privadas quienes les alimentan), rutas públicas abiertas, es cuando más se muestran para el pavoneo, orgullosos por su éxito de desviar la atención de una masa que sueña relajarse de su realidad en torres, aún sin cimientos
Y si ya vi la victoria, a las dentelladas con las que veo ahora este tipo de deporte, si pienso en los hermosos cimientos que la dieron paso.
En primer lugar y esencial, no meter las narices quienes no son más que las fachadas de un producto a vender.
Mas adelante contemplar la importancia de un director de escena, dueño del pincel con el que trazar las líneas que den consistencia a su proyecto. A veces, algunos quieren obviar este baluarte, pensando que ladrillos valiosos tienen vida propia. Y siendo verdad, la pueden tener pero sólo para extasiarse con sus propias plumas, soñadoras de su exclusiva grandeza, nunca lista a compartir, si no es con buenas razones, que les deben mostrar desde fuera
Dar base para la complicidad, empatía, desde el crecimiento del respeto al diferente, aún en sus faltas, como proclamador de mis carencias que pueden ser cubiertas con la manos entrelazadas, amasadas en el sudor.
Proclamar el reconocimiento del otro, en su grandeza, por la entrega del trabajo propio realizado desde el respeto.
Si, son días raros, porque no existen los partidos perdidos, pero a mi me muestran cuan débil sería, si elaborará mis sueños, desde la falsedad de mis realidades.
Ser importante, por crecer desde el reconocimiento de la derrota
lunes, febrero 29, 2016
domingo, febrero 28, 2016
Creo que me he ido
Leer, ¿Por qué me atrae tanto? y ¿desde tan pequeño?, aunque empezará, al final, ¿cómo todos? con los comics y el As, con el que intentaba saciar siempre mi entusiasmo con el fútbol; primero del último me desengañé, cuando descubrí que visitaba continuamente lugares comunes, sólo que con diferentes nombres. Habiendo llegado, en esta época oscura de ocultar el razonamiento, con los medios audiovisuales que les dedican un tiempo extremo, a la vulgarización del deporte y la sublimación de la banalización de ser una estrella de 5 segundos.
En aquella época descubrí El País, ¡Cuánto tiempo hace de ello!, me quisó desengañar un representante de la Verdad, que dijó que no tenía de cierto, ni mis deportes; por supuesto, me hice acérrimo lector de este medio, del que quizás demasiado lentamente me ido dando cuenta de sus grandes cojeras; aunque no puedo negar que sigo siendo un ansioso de la lectura de algunos columnistas y reportajes. ¡Me enamora el periodismo!
Por eso ahora, me suscribo a varias de ellas, porque poder deslizarme por los artículos de La Marea de este mes, es sentirme arropado por gente honesta que se queda a vivir en la noticia, como Kapucinski, para que yo pueda visitar las habitaciones de los hechos. Los ladrillos del artículo de Isaac Rosa, son del color rosáceo de la ironía, para despertar a las mentes dominantes que buscan asustar de los colores chillones a las mentes que se mecen entre los sobresaltos de las adormideras.
Cuando Javier Gallego se introduce en los laberintos de los habitantes de los lugares comunes, patea los cimientos de la impostura, aunque allí, se han establecido algunos seres, constructores de salidas secundarias.
Y cuando, vuelvo a Viçens Navarro, me descubro como el polizonte de un barco que navegó en los mares revueltos del odio, de los seres que se establecieron; pero ahora quiero bajarme porque soñamos nuestro mar con mil olas, cientos de monstruos y variadas tormentas perfectas pero nos dimos la mano para agarrarnos a los timones, garfias, cotas, velas y con ese calor creimos que prodiamos soportar los embates de la naturaleza y los piratas que se establecieron para ser la clase del orden y sí, ví que en aquel barco, las manos tenían cuchillas. Y espero, saber dar mi mano a los que dicen "málditos" por querer leer los vientos y aguas
En aquella época descubrí El País, ¡Cuánto tiempo hace de ello!, me quisó desengañar un representante de la Verdad, que dijó que no tenía de cierto, ni mis deportes; por supuesto, me hice acérrimo lector de este medio, del que quizás demasiado lentamente me ido dando cuenta de sus grandes cojeras; aunque no puedo negar que sigo siendo un ansioso de la lectura de algunos columnistas y reportajes. ¡Me enamora el periodismo!
Por eso ahora, me suscribo a varias de ellas, porque poder deslizarme por los artículos de La Marea de este mes, es sentirme arropado por gente honesta que se queda a vivir en la noticia, como Kapucinski, para que yo pueda visitar las habitaciones de los hechos. Los ladrillos del artículo de Isaac Rosa, son del color rosáceo de la ironía, para despertar a las mentes dominantes que buscan asustar de los colores chillones a las mentes que se mecen entre los sobresaltos de las adormideras.
Cuando Javier Gallego se introduce en los laberintos de los habitantes de los lugares comunes, patea los cimientos de la impostura, aunque allí, se han establecido algunos seres, constructores de salidas secundarias.
Y cuando, vuelvo a Viçens Navarro, me descubro como el polizonte de un barco que navegó en los mares revueltos del odio, de los seres que se establecieron; pero ahora quiero bajarme porque soñamos nuestro mar con mil olas, cientos de monstruos y variadas tormentas perfectas pero nos dimos la mano para agarrarnos a los timones, garfias, cotas, velas y con ese calor creimos que prodiamos soportar los embates de la naturaleza y los piratas que se establecieron para ser la clase del orden y sí, ví que en aquel barco, las manos tenían cuchillas. Y espero, saber dar mi mano a los que dicen "málditos" por querer leer los vientos y aguas
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