Sería duro reconocer una ideología como paso previo al reconocimiento para mi incapacidad para pensar. Desde la impunidad de su agnosticismo enfrento mi razocinio a las palabras blancas, no teñidas, en ellas, tras una reflexión intuyo los caminos marcados por los railes de la rabia.
¿Quien se atreve a declarar a la sociedad, sus verdaderos males sin el riesgo de parecer un iluminado?.
Ayer, oía una conversación donde una voz transladaba verdades proclamadas en púlpitos del odio, alimentos fast food, de ingestión veloz y de pesada digestión.
Ávidos de poder ponen el objetivo en el inmediato Zapatero, olvidando las fracturas que muestra un modelo de sociedad, vano, ilusorio, regentado por los poderosos que esclavizan al eterno pueblo cegado por beldades no ahora ya, en bajeles navegando a lejanos continentes, sino en magnos transatlánticos de hipotecas individuales que les esclavizan hacia los jefes, hacía las iglesias, hacia los políticos serpientes, hacía sabandijas de lenguajes bífidos
En el otro vuelo sostenido por la vega del Henares durante la semana, iluminaba mi reflexión, amigo ser ansioso del poder de la mente para revelarse del dictado de los proclamados reyes. Lejano, tiempo paradójico pleno de información, el momento llegado de la asimilación de nuestro propio poder para la búsqueda, fuéramos monarcas conscientes de nuestra desnudez y de ahí, más capaces de crecer.
Equivocaciones inmediatas, aciertos celebrados, sólo momentos. Amaneceres, sólos en las playas, borradas sendas; pasos a trazar entre los granos de arena que quisieran confundir pasos necesarios.
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