sábado, marzo 14, 2009

Daga,

Crecí sin raíz, absorbí sol, agua, alimento fast food en iguales cantidades.
Busco culpables, necesito tener culpables, no quiero mirarme, soy rey, me dicen, de magníficas ropas, alaban mi buen gusto, mi porte, mis posibles; inquietado sólo al pasear por calles rebosantes de hidalgos, cuando la mirada de un pedigüeño, clava una daga con mi desnudez en un segundo reflejada.

Me olvidé del estado, siendo yo ya monarca, ganancias llegaban, no para repartir hacía vagos ausentes de mi sacrificio. Mostré mi poder, lleno era de sabíduria, quedaban marcados en los débiles mis zapatos de pieles imposibles.

Ahora, que el suelo mostro su pobreza, que ya ningún elemento me hace crecer, me percato de mi verdadera desnudez; aparece en un milagro, magos en quien confio mi grandeza, generosos que siguen vistiéndome para reclamar al odiado estado que sigo siendo el primero, que los vagos, que siempre estuvieron ahí, van detrás. Que suerte tengo que estos magos, tengan siempre escenarios para ampararme.

A veces, paseando entre alfombras, me cruzo con un miserable que habla de quien creo Franskestein, que de prototipo hacia la perfección, abrio caminos a la degeneración, no sé porque otra vez, en un segundo cruel, siento la daga.

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