Se iba
allí donde todas esperanza se diluyen en las alambradas con pinchos
Se encogía
su corazón perturbado para despertarse entre las miradas de hambres
Se frotaba
con la mano de amor de encuentro con seres que ansiaban ya, paz
Se sumergía
en vidas que habían sido torpeadas, con indiferentes bombas incendiarias
Se nacía
para darles sus labios de las que brotaban palabras para el alivio.
Nos volvía
la cabeza de nuestros mundos soñados, para que percibieramos arañazos
de cables con el alma del egoismo satisfecho de nuestros propios miedos
Nos refugiaba
de las taladradas bondades de nuestro mundo, para asomar desde lo étereo,
y zozobrar en las realidades de acantilados en que colgaban los sometidos
Se lanzaba
rompiendo las barreras de tantas justificaciones para sentir los puñales
insertados en niños de belenes arrasados por productivas bombas innecesarias
Nos incómodaba
porque tantas justificaciones propias, se estupidizaban enfrente a madres sin leche
A ella, viajera al abrazo con sarpudillos latiente, le crecía el ser real, dañado,
para revivirlo y nacernos.
Y ella, no, no nos era indiferente, nos era fuerte entre zúmbidos de débiles escapes
zarandeados por las manos incipientes que tarareaban arrullos en sus caricias pérdidas
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