En "semillas del odio", libro de Mónica G. Prieto y Javier Espinosa, me sumerjo en el angustioso avanzar, quizás en un páramo en el que vivo. Necesario actuar en un mundo en el que se es un microbio. Algunos a cañoñazos, nos creen haber eliminado.
Pero, se crece, aún entre los machetazos de los brazos esclavos al poderoso, del que esperan agua
Mas, se unta, entre la soberbia del que cree poseer las palabras de los mentirosos cien veces repetidos
Humanos de miradas al de al lado, se destapan de las banderas que ciegan y atrapan para obviar los actos del ávaro que proclama Tierra Amada.
¿Qué fue del harapiento que en una trinchera almacenaba chinches y le crujian las heridas entre el olvido de los habitantes de púlpitos y mesas de gerencia, como decía Juan Tallon, que le habían izado por mástiles a la entrega última y le habían avivado por megáfonos al oido de pálpitos eternos?
¿Qué gloria tenía el herido, atravesado entre punzones de bancos saqueados por impunes y justicia desprendida de vendas que miraba a los dueños con manos amasadas en sus mesas de siempre llaman dos veces?
Esperan del oprimido sumisión porque se postulan como salvadores, estos ultrajadores de morales, ideales y patrias. Aún entre las llagas de los inviernos nacen los encuentros regados por tantas vividas que alimentan la dignidad eterna del que no se arrodilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario