Surge este tiempo agresivo que será expuesto enfrente de las gentes a las que se considera esclavas de su glamour. Gentes, que se acostumbraron a amar la tierra que siempre les había pertenecido, los seres con los que compartían emociones, los sueños de eternidad; seres humanos honestos, trabajadores que como los personajes de "Voces de Chernobil" se entregan a sus próximos, a sus tierras, confiados a que estos seres de las Alturas, les protegerán, les indicarán la verdad de los peligros y como afrontarlos.
No tienen tiempo estas deidades, ni te lo conceden, cuando están sobrevolando, sobre los cielos y los altares en los que les encubran sus voceros chamanes. Se exhiben pavosos con los ropajes retocados con los que muestran su endiosamiento, Esa es su única acción, mientras de sus ordenes emanan las plumas que desinforman, las botas que se marcan sobre las carnes abiertas de un paro inhumano, las armas que pontifican sobre los miedos de los que ellos serán luego los héroes protectores.
Y sin embargo, ese tiempo largo, inmensamente largo, existe, para caminar al encuentro de la sala que nunca se cierra; este espacio que incluso se abriría para escucharles a los presidentes que se idiotizan buscando el culpable en el otro, habiéndoles intentado quitarles antes su valor ò como jugadores ò como ciudadanos.
Ese tiempo largo para buscar los puntos que nos unen, existe, es el respeto al otro, es la empatía con sus vivencias, sus emociones. Fue, quizás ya hace 35 años, cuando intenté trabajar en Barcelona, en la venta de libros, (no tuve el éxito de algún presidente de Diputación), tras terminar alguna reunión, o alguna mañana exhaustiva intentando vender una o más colecciones, me reuní, con otros dos compañeros de ventas y en un momento de la conversación, me tocó intervenir y como buen colonizador, dije la palabra fetén, español, como lengua que entendía que nos hacía más próximos, inmediatamente hubo un cortocircuito que produjo que ellos, ya hablarán en catalán y yo ya me convirtiera en un mero oyente, sólo interrumpido en esa función con la pregunta de si les entendía. Nunca me sentí agredido y si, sin embargo comprendí, vuelvo a remarcar, hace 35 años, que había un problema, primero mío para comprender lo que sentía el otro y luego, uno mayor, de un país llamado España donde la sola mención al nombre de un lenguaje, producía ese rechazo.
Pasaron unos días de aquella situación, e intentando abrirme camino con algo más servicial y menos prosaico, por ejemplo, habiendo encontrado acomodo en un restaurante de Blanes, un buen camarero toledano, informó que había necesitado su poco inglés ante una familia que se negaba a ser atendida en castellano. Si, el problema existía, durante este largo tiempo, se han preocupado los dos principales partidos de gobernar apoyándose "ciegamente" en gobiernos también mesiánicos, quitandole el pulso a una sociedad viva, madura y de gran componente social
Por eso, no me resultará nunca extraña la petición de un referéndum, que aunque sea ahora ilegal, se puede convertir en legal, por las artes del encuentro.
Los tiempos inmediatos sacian hambres eternas, dan el poder a los ídolos sin alma propia; castigan, otra vez, a la sombra a quienes buscan las flores comunes, los amaneceres secos para los exhaustos terrones, las danzas que encuentran las manos de los que quieren aprender.
Penalizan y someten, también los tiempos acelerados, las pisadas de los que caminan sin el horizonte de un trabajo que les dignifique, sin poder entremezclar las miradas familiares de un salón, que han confiado el bien común, a esos adoradores del poder eterno,
Es nuestro tiempo,
- sin miedo a sus impiadosos insultos,
- sin sus arengas patrióticas vendidas a sus paraísos terrenales,
- sus amenazas físicas que producen dolorosos hematomas y
- sus querellas quizás atendidas desde balanzas que levantaron los pañuelos de los ojos para seguir a la señas amigas.
Pero nuestro tiempo, es para escuchar, comprender al otro, romper los muros de nuestras seguras casillas, conocer a quien tienes enfrente y explorar y descubrir cada carretera, camino, senda que puede estar abierta para quitar mi propia barrera del yo absoluto. Y sí, mi ladrillo esta en Can Vies, uno más, una mano para construir desde lo social
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