Un ladrillo en can vies, es sólo un pequeño sustento para crear un tejido social que nos aproximé a un objetivo común que es la tarea de empoderarnos ante poderes que nos nadizan de la forma más cruel: poniéndonos o ante mostradores atendidos por quienes necesitan una muleta que les alivie de las miserias del paro, o ante el hambre que mastica el ultimo estertor de una desgastada moneda que cruje en la oscuridad de doce horas, engrandecida esta, por el nublamiento de esas mentes tan ancladas como despiazados las sillas de mallas de mugres, o ante el hecho de la automutilización de nuestras compras compulsivas que clavan sobre nuestras espaldas, el siguiente porrazo de los asalariados vigorizados por la sumisión a un orden que asaetea sus propias cámaras autoimpulsoras a la gloria efímera.
Por todo ello, se acongoja en sus manitas el ladrillo que siempre caminará de la mano de los que despiestan la mecedora que adormece en nanas ilusorias, pero le cuesta aceptar que su fortaleza cree desde su abrazo a los fantasmas de las banderas excluyentes
¿Se planifica la destrucción? Y siempre ....., el maestro Iñaki
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