domingo, enero 29, 2017

Epicos cotidianos días



Me han dicho que me quede quieto pero claro yo estoy en el medio de un río con corrientes tan locas que unas veces me envían a la orilla plácida, pero en otras, ese espacio está tejido con ramas que podrían atraparte en una red mortífera; o en otras,  ese caudar te envía hacía una piedra y ya, en el colmo del contrasentido, sus fuerzas me hacen remontar espacios que no parecen recuperables, al menos ese día.
 Si para vosotros  está bien quedarse quietos, yo, la verdad no lo veo. Aunque me digáis mil y una vez qué todo nos va llevando hacía el final, qué llegaremos antes o después, pero que llegaremos, qué los cauces naturales apenas nos van a dejar escapatorias y además, los artificiales, impuestos por los dueños que trazan fronteras, nos van a encauzar aún más nuestra crédula libertad, a pesar de todo esto, mis acciones de vida me han dado ciertas habilidades para entender el mundo en el que vivo y si, efectivamente, intentaré no convertirme en el villano, al que me podría abocar la senectud. No quiero convertirme en un miserable que viendo las fuerzas que nos encierran o manejan nuestras aguas, prefieren ser un lacayo, aunque sea jefe-lacayo.
Por eso, cuando salgo desde la playa de ese mi primer río totem, encuentro momentos plácidos e incluso pesados por la escasez de agua que ayuda a ser atrapado con sus arenas; me dispongo a calentar y a recordar algunas de las maniobras aprendidas a lo largo de la vida que descubrí que facilitaban mis éxitos en los encuentros con las dificultades. 
Nunca fui sabio, incluso como decía alguna voz maternal, no parecí nunca inteligente aunque si majete, pero me entregué al tiempo, para paciente, llegar a leer las fuerzas de las aguas y sus trampas, las piedras con sus giros, los saltos con sus mundos submarinos y los sifones, para apartarme.
Y cuando lo hice, nos apoyamos un grupo de personas, a veces desde la prudencia, otras desde la inconsciencia y otras, desde el arrojo que nos daba la seguridad de tener manos y cuerdas a las que agarrarnos.
¿Qué pasó para que esos dedos entrelazados se aflojarán?, confiar en lo inmediato pudo ser una mala estrategia. El mal sistema de aprendizaje, se asemeja un poco a este momento. Han rellenado nuestras hojas de análisis, de casillas, ítems para detectar cien mil cosas que hagan que el animal, perdón, persona pueda dar los máximos estándares de productividad a los que parece poder aspirar el progreso de la humanidad.
En la asunción de estas verdades de cien horas, nadie puede enfrentarse a la naturaleza humana y silvestre desde una única visión, ni lo inmediato es la victoria. 

Cuando en medio de la corriente atisbábamos peligros que podían o estar o no tras la siguiente curva, el grupo se bajaba de las piraguas, analizaba y examinaba algunos de los pasos, trazados que podrían dar problemas ; entonces se buscaban vías de escape desde el dialogo,  para que cada uno pudiera ir pasando con una cierta seguridad; para ello, podía darse el caso de que alguien, asegurado con cuerda y mosquetón, se metiera en el agua para sacar a quien hubiera podido caer en el paso, o que las bolsas de seguridad en manos de piragüistas-socorristas estuvieran listas para ser arrojadas en los momentos de duda para asidero-guias a orillas más comprensivas. Era un paciente, pero bello trabajo de equipo. Se podía tardar horas en hacer un pequeño recorrido, pero se había aprendido para toda la vida.

¿Podría entenderse esa tarea de búsqueda, sólo como propia de actividades como la piragua extrema en los ríos de alta montaña? 
Creo que no, mi otra gran pasión, aprender a enseñar con el paso de años, os recuerdo mi falta de inteligencia, me ha mostrado que no sólo a los que van a salir adelante se les debe hacer la enseñanza más positiva, más bellla, sino a los que no les será fácil llegar al final de una ruta demasiado reglada , que pudieran ser la mayoría, se les debe hacer pasar este tiempo desde una perspectiva menos brutal, abocada a un sentimiento de fracaso, con hechos más apropiados a sus posibilidades. 

Ni en el río, los pasos difíciles te los hacen otros, ni en los estudios todo lo vamos a dejar en mano, o de los demás o nuestras apetencias. La roca que lanza las corrientes hacia salidas imprevisibles te recibirá sólo a ti, con tu embarcación; esos riesgos deberás enfrentarlos todos, esos trabajos deberán ser realizados por ti. 
Será antes con la adquisición de conocimientos, abiertos por otros o después si el agua finalmente te venció porque el camino, como las Itacas, no es fácil, cuando seguirás teniendo las mentes de los que te quieren para hacer ver lo que pasó y como te servirán para los encuentros futuros.
La maniobra de rotación sobre una pala en vertical se debe aprender con la repetición, examinar la mano que sujeta abajo y hacer que la que dirige desde arriba obligué en todo momento a estar en un eficiente verticalidad, y toda esa parte teórica puede convertirse en un mundo a descubrir; todo, sin embargo tiene su sentido cuando empiezas a salir primero a una corriente suave, que te invita a quedarte en ese lugar si eres capaz de realizar la acción de la forma más correcta; con el tiempo buscaras corrientes más fuertes, contracorrientes más pequeñas, para saber que incluso en momentos peligrosos habrá una minúscula piedra con una posible contra y a ella te podrás asir, con la introducción más perfecta que sea posible de esa hoja salvadora y todo, todo lo habrás conseguido porque a la repetición, le unirás la acción con sentido.
No sé si tendremos la suerte de que antes de ofrecernos los mil ejercicios repetidos de forma concienzuda, que deberemos hacer para adquirir una habilidad matemática o lingüística, habremos dado valor al hecho de haber sacado de la piragua a cada una de las intrépidas kayakistas  y se les  habrá mostrado una playa a la que llegar, unas corrientes que sin técnica nos someterán a su dictadura y un paso que aún estrecho y voluminoso en agua, noble nos será puerta para que veamos una bonita cala sobre las que recuperaremos el aliento, agradezcamos los apoyos recibidos y nos preparemos para continuar este viaje interminable.
Necesitan los niños ser invitados a sentirse seres humanos en sus muy diversas cualidades; ¿quién merece ser estigmatizado desde su más tierna juventud porque tenga los puntos de atención diferentes a los cánones, muchas veces, impuestos por criterios mercantilistas? Son mercantilistas los intereses de los alumnos en su infancia y juventud

No hubiera podido descender el río Guilt, ni el Ourika, si todas las indicaciones que hubiera recibido cuando me quedaba acorbatado, cruzado, entre dos piedras o atrapado en las ramas más inocentes que me sujetaban a mí dejando la piragua explorar otros espacios, o volcado en el paso más sencillo, hubieran sido indicaciones negativas.  Tomé conciencia de la necesidad de aprender y sentir el apoyo de las personas que no me abandonaban en aquellos momento de mucha, incluso de mucha impericia.

¿Podemos romper la predisposición al abandono por las dificultades en las que se ven ahogados, con poesía que inviten a explorar las oscuras cuevas de las palabras escondidas? 

¿Sumaremos cantidades de kilómetros a las tierras de las aguas bravas, con las ecuaciones que nos den la frescura de saberse exploradores?

No seré yo, quien se quedó en aprendiz, quien marque las líneas; es una invitación a salir, incluso en los tiempos de heladas, cuando los recortes nos dejaron sin personas entregadas; incluso en las copiosas nevadas, cuando los ítems enfangaron los caminos, a descubrirnos en el otro, al que sólo quieran dar el nombre de EXCELENTE o de fracasado, en ambos casos, esclavos de una sociedad consumista. No es nuestra tarea. 

Podemos enseñarles a amar, a sentirse, a descubrirse, a quererse, luego cada uno, comprenderá las horas solitarias que deben pasar para adquirir el manejo de una pala porque eso le permita descubrirse en los “nogueras”, pero antes, no les amarremos a tardes de domingo escuchando las hazañas de unos pocos tan cercanos en una tele como alejados de lo que cada uno somos

Busquemos abrirles vías a aguas de mil tonos, para vestir mentes insaciables

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y