Me han dicho que me quede quieto pero claro yo estoy en el
medio de un río con corrientes tan locas que unas veces me envían a la orilla
plácida, pero en otras, ese espacio está tejido con ramas que podrían atraparte
en una red mortífera; o en otras, ese caudar te envía hacía una piedra y ya, en el colmo del contrasentido,
sus fuerzas me hacen remontar espacios que no parecen recuperables, al menos ese día.
Si para vosotros está bien quedarse quietos, yo, la verdad no
lo veo. Aunque me digáis mil y una vez qué todo nos va llevando hacía el final,
qué llegaremos antes o después, pero que llegaremos, qué los cauces naturales
apenas nos van a dejar escapatorias y además, los artificiales, impuestos por
los dueños que trazan fronteras, nos van a encauzar aún más nuestra crédula
libertad, a pesar de todo esto, mis acciones de vida me han dado ciertas
habilidades para entender el mundo en el que vivo y si, efectivamente,
intentaré no convertirme en el villano, al que me podría abocar la senectud. No
quiero convertirme en un miserable que viendo las fuerzas que nos encierran o manejan
nuestras aguas, prefieren ser un lacayo, aunque sea jefe-lacayo.
Por eso, cuando salgo desde la playa de ese mi primer río totem, encuentro momentos plácidos e incluso pesados por la escasez de agua que ayuda a ser atrapado
con sus arenas; me dispongo a calentar y a recordar algunas de las maniobras
aprendidas a lo largo de la vida que descubrí que facilitaban mis éxitos en los encuentros
con las dificultades.
Nunca fui sabio, incluso como decía alguna voz maternal,
no parecí nunca inteligente aunque si majete, pero me entregué al tiempo, para
paciente, llegar a leer las fuerzas de las aguas y sus trampas, las piedras con sus giros,
los saltos con sus mundos submarinos y los sifones, para apartarme.
Y cuando lo hice, nos apoyamos un grupo de personas, a veces
desde la prudencia, otras desde la inconsciencia y otras, desde el arrojo que
nos daba la seguridad de tener manos y cuerdas a las que agarrarnos.
¿Qué pasó para que esos dedos entrelazados se aflojarán?,
confiar en lo inmediato pudo ser una mala estrategia. El mal sistema de
aprendizaje, se asemeja un poco a este momento. Han rellenado nuestras hojas de
análisis, de casillas, ítems para detectar cien mil cosas que hagan que el
animal, perdón, persona pueda dar los máximos estándares de productividad a los
que parece poder aspirar el progreso de la humanidad.
En la asunción de estas verdades de cien horas, nadie puede enfrentarse a la naturaleza humana y silvestre
desde una única visión, ni lo inmediato es la victoria.
Cuando en medio de la
corriente atisbábamos peligros que podían o estar o no tras la siguiente curva, el grupo se bajaba de
las piraguas, analizaba y examinaba algunos de los pasos, trazados que podrían dar problemas ; entonces se buscaban vías de escape desde el dialogo, para que cada uno pudiera ir pasando con una
cierta seguridad; para ello, podía darse el caso de que alguien, asegurado con cuerda
y mosquetón, se metiera en el agua para sacar a quien hubiera podido caer en el
paso, o que las bolsas de seguridad en manos de piragüistas-socorristas
estuvieran listas para ser arrojadas en los momentos de duda para asidero-guias a
orillas más comprensivas. Era un paciente, pero bello trabajo de equipo. Se
podía tardar horas en hacer un pequeño recorrido, pero se había aprendido para
toda la vida.
¿Podría entenderse esa tarea de búsqueda, sólo como propia de
actividades como la piragua extrema en los ríos de alta montaña?
Creo que no,
mi otra gran pasión, aprender a enseñar con el paso de años, os recuerdo mi
falta de inteligencia, me ha mostrado que no sólo a los que van a salir
adelante se les debe hacer la enseñanza más positiva, más bellla, sino a los que
no les será fácil llegar al final de una ruta demasiado reglada , que pudieran ser la mayoría, se les debe hacer pasar este tiempo desde una
perspectiva menos brutal, abocada a un sentimiento de fracaso, con hechos más apropiados a sus posibilidades.
Ni en el río, los pasos
difíciles te los hacen otros, ni en los estudios todo lo vamos a dejar en mano, o
de los demás o nuestras apetencias. La roca que lanza las corrientes hacia
salidas imprevisibles te recibirá sólo a ti, con tu embarcación; esos riesgos
deberás enfrentarlos todos, esos trabajos deberán ser realizados por ti.
Será
antes con la adquisición de conocimientos, abiertos por otros o después si el
agua finalmente te venció porque el camino, como las Itacas, no es fácil,
cuando seguirás teniendo las mentes de los que te quieren para hacer ver lo
que pasó y como te servirán para los encuentros futuros.
La maniobra de rotación sobre una pala en vertical se debe
aprender con la repetición, examinar la mano que sujeta abajo y hacer que la
que dirige desde arriba obligué en todo momento a estar en un eficiente
verticalidad, y toda esa parte teórica puede convertirse en un mundo a
descubrir; todo, sin embargo tiene su sentido cuando empiezas a salir primero a
una corriente suave, que te invita a quedarte en ese lugar si eres capaz de
realizar la acción de la forma más correcta; con el tiempo buscaras corrientes
más fuertes, contracorrientes más pequeñas, para saber que incluso en momentos
peligrosos habrá una minúscula piedra con una posible contra y a ella te podrás
asir, con la introducción más perfecta que sea posible de esa hoja salvadora y
todo, todo lo habrás conseguido porque a la repetición, le unirás la acción con
sentido.
No sé si tendremos la suerte de que antes de ofrecernos los
mil ejercicios repetidos de forma concienzuda, que deberemos hacer para
adquirir una habilidad matemática o lingüística, habremos dado valor al hecho
de haber sacado de la piragua a cada una de las intrépidas kayakistas y se les habrá mostrado una playa a la que llegar, unas
corrientes que sin técnica nos someterán a su dictadura y un paso que aún
estrecho y voluminoso en agua, noble nos será puerta para que veamos una bonita
cala sobre las que recuperaremos el aliento, agradezcamos los apoyos recibidos
y nos preparemos para continuar este viaje interminable.
Necesitan los niños ser invitados a sentirse seres humanos
en sus muy diversas cualidades; ¿quién merece ser estigmatizado desde su más
tierna juventud porque tenga los puntos de atención diferentes a los cánones,
muchas veces, impuestos por criterios mercantilistas? Son mercantilistas los intereses de los alumnos en su infancia y juventud
No hubiera podido descender el río Guilt, ni el Ourika, si
todas las indicaciones que hubiera recibido cuando me quedaba acorbatado,
cruzado, entre dos piedras o atrapado en las ramas más inocentes que me
sujetaban a mí dejando la piragua explorar otros espacios, o volcado en el paso
más sencillo, hubieran sido indicaciones negativas. Tomé conciencia de la necesidad de aprender y
sentir el apoyo de las personas que no me abandonaban en aquellos momento de mucha, incluso de mucha impericia.
¿Podemos romper la predisposición al abandono por las
dificultades en las que se ven ahogados, con poesía que inviten a explorar las
oscuras cuevas de las palabras escondidas?
¿Sumaremos cantidades de kilómetros a las tierras de las
aguas bravas, con las ecuaciones que nos den la frescura de saberse
exploradores?
No seré yo, quien se quedó en aprendiz, quien marque las
líneas; es una invitación a salir, incluso en los tiempos de heladas, cuando
los recortes nos dejaron sin personas entregadas; incluso en las copiosas
nevadas, cuando los ítems enfangaron los caminos, a descubrirnos en el otro, al
que sólo quieran dar el nombre de EXCELENTE o de fracasado, en ambos casos, esclavos de una
sociedad consumista. No es nuestra tarea.
Podemos enseñarles a amar, a sentirse, a descubrirse, a
quererse, luego cada uno, comprenderá las horas solitarias que deben pasar para
adquirir el manejo de una pala porque eso le permita descubrirse en los
“nogueras”, pero antes, no les amarremos a tardes de domingo escuchando las
hazañas de unos pocos tan cercanos en una tele como alejados de lo que cada uno somos